viernes, 24 de febrero de 2012

CAPITULO 2

- Ponme otra.

La gran algarabía del local solapaba su voz, pero el camarero, limpiando un vaso tras el mostrador, le pudo oír. Aquel grupo de marineros, borrachos, cantaban a viva voz canciones sobre un amor esperándoles en la otra punta del mundo, pero con cierto tono socarrón y cultivado de palabras malsonantes. La cerveza salpicaba el suelo y la ropa de aquella gente entre los vaivenes de su alegre baile.

- Ponme otra,- repite, sentado a la barra, cabizbajo.

- ¿No cree que ya ha bebido bastante?,- pregunta el camarero. De repente, se levanta de la silla, agarra al camarero por el cuello de la camisa y se acerca a su rostro a escasos milímetros.

- Escúchame, cucaracha maloliente. Si te pido otra más, me pones otra más, sin rechistar. ¿O acaso prefieres que salpique tu apestoso tugurio con tu cerveza y tu sangre?

- Dis...disculpe...,- tartamudea el camarero -. Yo... yo sólo...

El hombre le suelta, airado, y vuelve a sentarse, cabizbajo, sumido en sus pensamientos.

- Ten...tenga,- responde el camarero al servirle otra cerveza. Éste la toma y la bebe, sin ganas -. Dis...disculpe que le moleste, pero, ¿no sería mejor que se fuera de aquí?,- el hombre le mira, amenazante -. No... no me entienda mal, lo digo por su traje. Sería una auténtica pena que se le manchara ese esmoquin...

El hombre se mira el traje. Al momento, se bebe de un trago la cerveza. Se mete la mano en el bolsillo y luego la deja un segundo en el mostrador, mientras sale del local.

- ¡Oiga! ¡Espere!,- exclama el camarero, pero el hombre sale del local. El camarero toma el objeto que le ha dejado -. Pero... si esto es...

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