- ¡Luffy! ¡Esta es nuestra oportunidad!,- responde Zoro. Luffy asiente y corre hacia el oficial para asestarle un gran golpe. Zoro le acompaña, con las katanas listas para la pelea.
Justo en el momento del golpe de gracia, Nori-Sencho se levanta y golpea con su gran brazo a los dos jóvenes, que caen al suelo. Por inercia del golpe recibido, las katanas de Zoro salen volando.
- ¡NAMI!
El desgarrador grito de Sanji se hizo sentir por encima de los demás. Todos
se quedaron observando, atónitos, inmóviles, el cuerpo yacente de la pelirroja.
Lentamente, un pequeño río malva asomaba debajo de ella. Sanji da un pequeño
paso para después correr hacia ella. Se arrodilla a su lado y la abraza
fuertemente, hundiendo su cabeza en el pecho de ella, empapando su camisa con
la desazón y el dolor que emanaba sin piedad de sus ojos.
Luffy apretaba sus dientes con fuerza, comenzó a crispar sus puños con tal
ímpetu que comenzó a caer al suelo, gota a gota, su vida. De repente, su brazo
se estiró con fuerza hacia atrás para volver a gran velocidad hacia delante,
como un búmeran, golpeando con fuerza al enemigo, haciéndole volar varios
cientos de metros para hundirse en el mar.
- ¡Chopper!,- grita histérico el cocinero. El joven doctor, asustado, se
esconde detrás de las piernas de Robin -. ¡Ven Chopper! ¡Cúrala!
El reno camina despacio, con pavor, hacia la pareja.
- Haz que se cure,- la voz de Sanji tenía mezcla de súplica e ira. Chopper
comenzó el reconocimiento. Sanji miraba, triste, el rostro sereno y angelical
de una apacible y tranquila Nami durmiente.
- Sa… Sanji…,- la voz de Chopper sonaba apagada. Miedosa -. No… no hay nada
que hacer…
- ¿Cómo que no hay nada que hacer?,- exclama enojado Sanji -. Eres doctor.
¡Cúrala!
- La herida es bastante profunda... Y hay varios órganos vitales muy
dañados… Un riñón… El estómago… Un pulmón… El corazón…,- a medida que enumeraba
las vísceras, la voz de Chopper se desvanecía.
- Lo siento, Sanji…,- Chopper comenzaba a ahogarse entre lágrimas. Apenas
logra aguantar un segundo la mirada del cocinero y huye corriendo.
- Sanji… Lo siento mucho…,- Zoro se adelanta lentamente hasta su amigo para
posar su mano en su hombro. El cocinero se vuelve y le mira rabioso.
- Tú…,- susurra entre dientes -. Tú.- Se levanta -. Tú…- Sanji le agarra
con fuerza. Zoro retrocede un par de pasos, asustado, los suficientes como para
que Sanji tome la iniciativa y le arrastre hasta la puerta del baño, entrar,
seguir andando y entrar en uno de los cubículos del aseo. Zoro se golpea la
espalda con la pared. Estaba realmente asustado, nunca antes había visto
aquella mirada de odio en Sanji. ¿Y cómo era posible que, aun siendo él el más
fuerte de los dos, hubiera podido ser doblegado por el cocinero y ser llevado
durante varios pasos?
- Todo esto es culpa tuya,- murmura Sanji, entre dientes. Se notaba toda la
ira contenida en su tono de voz.
- Pe… pero…,- Zoro apenas podía articular palabra.
Sanji le agarra del cuello.
- Todo esto es culpa tuya,- repite Sanji, con los ojos inyectados en
sangre. Zoro no acierta a decir nada. Sanji toma las mejillas del peliverde con
su otra mano, aplastándolas, haciendo que los labios del samurái se estiren
hacia delante. Sanji estaba a pocos milímetros de su rostro -. Jamás te lo
perdonaré.
El terror hacía su aparición en los ojos de Zoro. Sanji, de repente, se
abalanza sobre sus labios. Se queda durante unos instantes sorbiendo el dulzor
de aquella boca, temblorosa por el pánico. En un arrebato lleno de rabia e
impaciencia, Sanji tira de la camisa de Zoro con fuerza. Los botones saltan por
los aires. Sanji le quita la camisa. Luego trata de desabrocharle el pantalón,
aparatosamente. Cuando lo consigue, se quita la camisa torpemente y se desnuda
igualmente. De improviso, Sanji toma los muslos del guerrero y los aupa,
quedando Zoro suspendido en el aire, tan sólo sujeto entre el cocinero y la
pared. Sanji trata de acertar en el acoplamiento.
El ahogado grito de Zoro indica que consiguió su objetivo.
- Esto… esto es lo que tú querías, ¿verdad?,- la jadeante voz del rubio
estaba llena de rabia e ira.
El ahogado grito de Zoro indica que consiguió su objetivo.