sábado, 30 de octubre de 2010

CAPITULO 16

- ¡Sal de ahí, quien quieras que sea, o te juro que con tu pellejo me haré una funda nueva para mis katanas!

- Baja tu arma, espadachín,- responde una voz firme y contundente, mientras un racimo de manos emanan de la roca y cogen a Zoro de las muñecas, obligándolo a bajar la espada.

- Robin,- responde Zoro, relajado -. vete. Déjame en paz.

Robin aparece de entre unos arbustos, con la mirada gacha.

- Tan sólo he venido a buscarte. Todos conocemos tus dotes como explorador.

Zoro se sienta de nuevo en sobre la roca.

- Tan sólo quería quedarme solo para pensar...

- ¿En el cocinero?

Zoro la mira sorprendido y sonrojado.

- No te incumbe...

- Sí me incumbe. Me importaís. Tú, el cocinero, el capitán... ¡Todos! Cuando estuve a punto de morir a manos de Cocodrilo, el capitán se apiadó de mí y me salvó de aquellas ruinas. Le debo mi vida. Y vosotros me aceptásteis, en mayor o menor grado, a bordo. Toda mi vida estuve sola, pero cuando os conocí a todos, la luz volvió a mi vida. Os lo debo todo...

- No me cuentes tu vida,- le interrumpe Zoro, con cierto enfado.

- Perdona... Tan sólo quería decirte que nunca tuve amigos hasta que me topé con vosotros. Por eso me intereso por vuestros sentimientos y pensamientos. Os lo debo. Espadachín, cuéntamelo. El cocinero ya lo hizo. Quiero saber tu opinión.

domingo, 24 de octubre de 2010

CAPITULO 15

Por una vez en su vida, la falta total de orientación de Zoro le hizo llegar a un paraje idílico. Cuando llegaron a las ruinas que Robin quería estudiar, Zoro decidió echar un vistazo a los alrededores, pero, como siempre, no logró retomar el camino de vuelta. En su lugar, llegó a un pequeño lago, rodeado de una maleza de un verde muy vivo. La luz del sol navegaba sobre el agua del lago, que no dejaba de ondear debido a la pequeña catarata que le surtía de agua. El silencio del lugar sólo era roto por el chapoteo del salto de agua al caer en el lago.

- Ya que no puedo volver, esperaré aquí a que me busquen los demás,- se dijo a sí mismo tras observar la quietud del lugar.

Y para poder relajarse y concentrarse en sus cosas, decidió seguir con sus prácticas ninjas, así que que se despojó de su ropa, se sentó sobre una gran roca justo debajo de la cascada y se concentró. Al cabo de un rato dejó de sentir el peso del agua sobre su cabeza, el frío en su piel, el agua cayendo sobre su espalda, el sonido de la cascada cayendo. Se evadió de sí mismo. Empezó a sentir que salía de su propio cuerpo, y se dejó llevar. Vio una luz tan blanca y brillante que, como una polilla, se sintió extrañamente atraído por ella. La siguió hasta salir de sí mismo, de su cuerpo. Ya sólo era como un alma, como una nube ligera siguiendo esa extraña luz. Creyó varias veces verse a sí mismo bajo la cascada, en la misma posición. Quería volver, pero el poder de atracción de aquella luz era increiblemente fuerte. La siguió y llegó a acercarse tanto que en un momento creyó estar dentro. Y esa luz se transformó en imágenes, imágenes de su infancia en el dojo, imágenes de Kuina, imágenes de sus trabajos como caza-recompensas, imágenes de sus compañeros, y, en especial, de Sanji. De repente, en su mente, ya sólo había imágenes de aquella noche en la roca de la playa. Asustado por aquellas visiones, abrió los ojos como si despertara de una terrible pesadilla.

- No,- pensó, con la mirada fija en el horizonte -. No puede ser que aquel momento se haya quedado en mi mente. No puede ser que aquello tenga más fuerza que mis técnicas de lucha. Aquello fue un momento, pero llevo desde mi infancia practicando mis artes de lucha. ¿Qué me está pasando?

Mientras pensaba en ello, notó un leve sonido de ramas moviéndose, y, mirando por el rabillo del ojo, tomó una de sus katanas (que había llevado consigo a la cascada) y se puso de pie, señalando con la espada en dirección de aquel sonido, con pose amenazante.

- ¡Sal de ahí, quien quieras que sea, o te juro que con tu pellejo me haré una funda nueva para mis katanas!

sábado, 16 de octubre de 2010

CAPITULO 14

Luffy seguía sentado en el mascarón de proa, pero su cabeza se hundía. Se le notaba triste. No canturreaba como solía hacer siempre. No se le iluminaba el rostro con ninguna sonrisa. Nami lo notaba y se acercó a él. Le tocó el hombro. Luffy se vuelve. La tristeza, o más bien el aburrimiento, le había conquistado.

- Luffy, ¿estás bien?

Luffy la mira triste.

- ¿Qué te ocurre?

- Tengo hambre...,- logra responder lánguidamente. Nami le da un capón en la cabeza.

- Me habías asustado,- murmura la pelirroja con cierto enfado -. Cambiando de tema, ¿has visto a Sanji?,- Nami mira la cubierta del barco, buscando.

- Sí, hace un momento he hablado con él,- Luffy vuelve a la pesca.

- ¿Y qué te ha dicho?

- Nada. Tan sólo preguntó por Zoro. Cuando le dije que se había ido, sé quedo impresionado. Creyó que había abandonado la tripulación, pero no, se ha ido a la isla, con Chopper, Robin y Usoop. Y cuando me quise dar cuenta, se había ido él también.

Cuando Luffy se vuelve para mirarla, la ve observando la costa, absorta en sus pensamientos. Su rostro es totalmente apático, sin mostrar ningún tipo de sentimiento, de mueca. El joven pirata deja la caña y vuelve a la cubierta. El sonido de sus chanclas al saltar dentro del barco es el único sonido que rompe el silencio del momento, porque Nami no oye. No oye el caminar sereno de Luffy, no oye el suave romper de las olas en la costa, no oye el crujir de las maderas del barco mecidas por el mar, no oye a su propio corazón latir nervioso.

- ¿Estás bien?,- Luffy apoya su mano en el hombro de la navegante.

Recibe la callada por respuesta. Tan sólo la mirada fija de la navegante escudriñando el horizonte.

sábado, 9 de octubre de 2010

CAPITULO 13

Nami se había quedado mirando cómo Sanji se iba del camarote. Seguia sin comprender aquella reacción tan fría de su, por otra parte, tan ardiente amante. Su sexto sentido, tan femenino, la hacía pensar que pasaba algo. ¿Acaso fuera que Sanji, tras tantos años tras ella, ahora que ella al fin se ha dejado capturar por el cocinero, éste ha perdido todo interés en ella? ¿Tal vez sea ella un nombre más en la lista de conquistas de Sanji? No. No puede ser.

Ella, cuando conoció a Sanji en aquel restaurante flotante, se enamoró al instante de él. Era guapo, elegante, un gran chef, pero, ante todo, un gran caballero. Tenía una educación impresionante (quizá derivada de su trato con los comensales del restaurante), además de una labia y una verborrea que a cualquiera le hacía temblar las piernas. Ella, en verdad, cuando lo conoció, trazó un plan de conquistarle y poder hacerse con la recaudación de aquel restaurante, pero entre las batallas que llegaron contra los marines, y luego la pelea casi a muerte entre Zoro y Mihawk, y finalmente la incorporación de Sanji al equipo la hicieron desistir.

Ya con Sanji a bordo, eran constantes los halagos del cocinero hacia ella, y la gustaba. La hacía sentirse especial, algo que nunca saboreó en su corta vida. Entre la muerte de su "madre" y el reino de terror de Escualo, y el posterior desprecio de su ciudad hacia ella cuando se alistó en su banda la hicieron sentirse como el ser más despreciable del universo. Nunca jamás sintió aquel amor y aquella bondad, nunca jamás sintió unos ojos mirándola dulcemente y no cruelmente hasta que conoció a Sanji. Hasta cuando volvió a su ciudad, tantos años después, sintió celos de su propia hermana cuando Sanji se fijó en ella. Es verdad. Cada isla que visitaban era un agrio vuelco de su corazón. Sanji era muy enamoradizo y cuando conocía una muchacha hermosa, se enamoraba locamente de ella. Y eso a Nami la desquiciaba. Pero debía guardarlo. No lo tenía que saber nadie. Ni sus compañeros, ni sus "rivales" femeninas, ni las bandas contra las que luchaban, ni Sanji. Ni siquiera ella misma.

Pero al fin, después de tanto tiempo, se dejó atrapar. Y ya pudo ser totalmente feliz. Y por eso, por seguir envuelta en esa felicidad, se levantó, se vistió y salió a la cubierta.

domingo, 3 de octubre de 2010

CAPITULO 12

Sanji salió a cubierta. El sol del mediodía se proyectaba en todo su esplendor, implacable. Pronto notó todo el poder del astro rey en su cuerpo. Aquel calor le despejaba y amodorraba a la vez. Era normal, debido a que se había pasado toda la noche en vela. Una melodía alegre le hizo volver en sí.

- ¿Qué haces?,- preguntó Sanji acercándose a la proa.

- ¡Buenos días, Sanji!,- responde alegremente Luffy, sentado en el mascarote -. Estoy pescando.

- ¿Y qué tal va?

- Aún nada,- agacha la cabeza, sonriente.

- Oye, Luffy... ¿Has visto a Zoro? Es que me gustaría hablar con él, pero...,- Sanji otea la cubierta.

- Se ha ido,- responde Luffy, secamente.

Sanji se asombra bastante. ¿Es posible que por su culpa Zoro, el rey de los espadachines, el más bravo guerrero que jamás había conocido, haya abandonado la tripulación por aquel asunto? Se sentía mal, muy mal. Tenía que habérselo callado, no comentarle nada, y ahora, por su culpa, Luffy ha perdido a una pieza clave de su tripulación.

- ¿Cómo que se ha ido? ¿Te ha dicho el por qué?

Luffy se vuelve hacia Sanji. Su semblante era serio, incluso de cierto enfado. Sus mejillas estaban hinchadas, sus cejas fruncidas.



- Se ha ido a tierra con Robin, Ussop y Chopper. Y a mí me han dejado aquí,- se vuelve a pescar -. No es justo.

Sanji respira aliviado. Tan sólo ha ido a explorar un poco la isla. Aún podía hablar con él. Mira por la borda la playa. Un gran impulso nació dentro de él. Le hacía querer saltar la borda y correr hacia la isla para buscarle y pedirle mil perdones, pero se contuvo. No quería levantar sospechas. Deseaba ir a su encuentro, pero tendría que disimular.

- Bueno,- responde Sanji, volviendo a los camarotes -. Creo que va siendo hora de preparar los ingredientes de la comida para hoy...

- ¡Sanji!,- el grito alegre del capitán le hace volverse -. ¡Carne!

- Luffy...,- responde con cierta desesperación -. No voy a cocinar carne todos los días,- Luffy vuelve a enfadarse inflando sus mejillas mientras ve al cocinero entrar en los camarotes.