- ¡Sal de ahí, quien quieras que sea, o te juro que con tu pellejo me haré una funda nueva para mis katanas!
- Baja tu arma, espadachín,- responde una voz firme y contundente, mientras un racimo de manos emanan de la roca y cogen a Zoro de las muñecas, obligándolo a bajar la espada.
- Robin,- responde Zoro, relajado -. vete. Déjame en paz.
Robin aparece de entre unos arbustos, con la mirada gacha.
- Tan sólo he venido a buscarte. Todos conocemos tus dotes como explorador.
Zoro se sienta de nuevo en sobre la roca.
- Tan sólo quería quedarme solo para pensar...
- ¿En el cocinero?
Zoro la mira sorprendido y sonrojado.
- No te incumbe...
- Sí me incumbe. Me importaís. Tú, el cocinero, el capitán... ¡Todos! Cuando estuve a punto de morir a manos de Cocodrilo, el capitán se apiadó de mí y me salvó de aquellas ruinas. Le debo mi vida. Y vosotros me aceptásteis, en mayor o menor grado, a bordo. Toda mi vida estuve sola, pero cuando os conocí a todos, la luz volvió a mi vida. Os lo debo todo...
- No me cuentes tu vida,- le interrumpe Zoro, con cierto enfado.
- Perdona... Tan sólo quería decirte que nunca tuve amigos hasta que me topé con vosotros. Por eso me intereso por vuestros sentimientos y pensamientos. Os lo debo. Espadachín, cuéntamelo. El cocinero ya lo hizo. Quiero saber tu opinión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario