viernes, 2 de diciembre de 2011

ESCENA ZOSAN

Bueno, pues después de todo este tiempo, actualizo este blog con una pequeña escena ZoSan (Zoro y Sanji) un tanto... digamos... explícita.


Zoro estaba totalmente concentrado en sus ejercicios. El murmullo del mar dialogando con el leve crujido de la madera del barco alteraba el silencio profundo del camarote. Zoro miraba fijamente la barra de las pesas mientras las subía y bajaba rítmicamente, con la pauta de su respiración. Pero un leve troqueteo le interrumpe. La puerta se abre y se asoma una rubia melena de la que se asoma tímidamente un ojo y una ceja rizada.

- Zoro, ya está la comida. ¿Vas a venir a comer ya?

- Sanji,- responde Zoro, dejando las pesas e incorporándose -. Vale. Me voy a la ducha y ahora voy, ¿vale?,- Zoro se seca el sudor de su rostro con la toalla que lleva en su cuello.

- Zoro…,- Sanji entra, tímido -. ¿Qué tal estás?

- ¿Yo?,- pregunta Zoro, perplejo -. ¿Y esa pregunta, a qué viene?

- Lo digo por eso,- Sanji señala su torso. Zoro baja el rostro y mira. Tiene una cicatriz que le recorre todo el pecho, del cuello al ombligo -. No deberías de forzar mucho la máquina. De acuerdo que ya está curada, pero se te podría abrir la herida.

- Bah… No te preocupes.

- Sí. Me preocupo,- Sanji se acerca al espadachín -. En aquella pelea me dio un vuelco el corazón al verte empapado en tanta sangre.

- Pero no era toda mía.

- Pero el susto no nos lo quita nadie ya.

El silencio se adueña del gimnasio. Zoro y Sanji se miran fijamente unos instantes para luego desviar la mirada.

- Bueno…,- tartamudea Zoro -. Me voy a la ducha ya, que estoy empapado de sudor, y si no me lavo, la herida se podría infectar y...,- se da la vuelta para dirigirse a la puerta.

- Yo también será mejor que vaya a la cocina, que me he dejado algo en el fuego…,- toma el mismo camino que su compañero.

Los dos llegan a la vez a la puerta y toman el pomo. Al contacto de las manos, los dos se miran a los ojos, sorprendidos. Se quedan quietos por unos instantes hasta que, de repente, se abrazan violentamente y se besan apasionadamente, como si trataran de devorarse el uno al otro. Mientras se hallan envueltos en esa espiral de deseo carnal, se mueven por el gimnasio al tiempo que Zoro ayuda a Sanji a desprenderse de su siempre impecable traje de chaqué. Chocan con el banco donde Zoro estaba levantando pesas. Sanji cae de espaldas en él. Los dos se quedan mirándose, con la lascivia aún en sus ojos. De repente, como en un arrebato, los dos piratas se desprenden de sus pantalones y siguen con su ritual erótico.

- ¿Se puede saber qué intentas?,- pregunta Sanji, entre jadeos. Zoro trataba de separar las piernas de su amigo.

- Tú que crees.

- Espera, espera, espera.

Los dos cesan.  Zoro se levanta, contrariado.

- ¿No es lo que quieres? Perdona, tío… Yo creía que…

- Zoro,- Sanji le mira en silencio, aun acostado en el banco. Abre sus piernas levemente mientras sonríe lascivamente. Zoro, al verle, dibuja una amplia sonrisa rebosante de deseo al tiempo que vuelve a echarse sobre el cuerpo del cocinero.

De nuevo, inmersos en aquel ataque caníbal, Zoro consigue fusionarse con Sanji en un solo ser. El cobrizo y robusto cuerpo del espadachín contrastaba con la pálida y delgada anatomía del rubio cocinero. Los dos participaban en una pelea que Zoro iba ganando con gran ventaja. Toda la adrenalina que el guerrero había producido durante su sesión de ejercicios ahora la despedía en aquellos embites. Sanji se aferraba a él, con fuerza, mientras sentía el cálido aliento de su amigo en su rostro. El cocinero notaba la fuerza y la rudeza de Zoro, fuertemente contrastado con su propia elegancia y dulzura. De repente, Zoro le abraza y, en un rápido movimiento, se incorporan. Sanji y él se quedan mirándose a los ojos a escasos milímetros, con las frentes pegadas. Los dos se pierden en sus oscuras pupilas, sin ser conscientes de lo que les rodea, sin ser conscientes de sus propios actos voluptuosos, ni siquiera de sus jadeantes suspiros. Sólo estaban ellos dos, cara a cara, cuerpo a cuerpo. Sanji mueve la cabeza y se dirige rápidamente al cuello del peliverde. Lo saboreaba y mordisqueaba como un vampiro que quiere probar la vida de su víctima. El salado sabor de la piel de su amigo, causado por el sudor acumulado, le hacía recordar aquellos pescados que solía cocinar en el Baratie. Por su parte, a Zoro, el albino tono de la piel del cocinero le hacía volcársele el corazón a cada rato, ya que le recordaba a la blanquecina y suave piel de su idolatrada Kuina, pero esos recuerdos desaparecían ante el escalofrío que recorría su cuerpo ante esos besos lujuriosos de Sanji en su cuello.

- Para, para, para…,- no paraba de susurrar Sanji en la oreja de Zoro. Éste se detiene.

- ¿Ocurre algo?,- le pregunta, sotto voce.

- No… no es nada,- responde Sanji, jadeante y murmurante. Le mira a los ojos y le besa suavemente para después levantarse. Zoro le mira atónito.

- Sanji… Si yo aún no…,- y se mira la entrepierna.

Sanji le mira, le toma de las piernas y le arrastra por el banco, haciendo que Zoro se tumbe en él. Rápidamente, se tumba delante de él.

- Es mi turno,- responde al tiempo que invade su intimidad masculina.

- Sanji,- responde Zoro, tratando de detenerle -. Yo no…,- Sanji le interrumpe poniendo su dedos en los labios del espadachín al tiempo que sisea.

- Tranquilo,- responde -. Yo no soy tan impetuoso como tú.

Sanji termina la frase con una dulce sonrisa, capaz de calmar y tranquilizar al más exacerbado guerrero, al más asustadizo cobarde. Zoro, como hipnotizado, se deja hacer. Sanji le separa las piernas. Sanji notaba a Zoro nervioso. Sabía que aquello le molestaba y le ponía nervioso. “Un hombre así jamás podría llegar a ser un gran guerrero”. Para tranquilizarle y relajarle, se tumbó sobre él y comenzó a jugar con aquella sorpresa que había entre las piernas del espadachín. Zoro, al primer húmedo contacto, cerró los ojos y dejó salir de su garganta una muy sentida exclamación de placer.

- ¿Qué?,- pregunta Sanji, sonriendo irónico -. ¿Esta katana si dejas que te la toquen?

Zoro le mira de reojo. Sonríe mientras le acaricia la nuca. Sanji sigue con su labor, pero sin apartar la mirada de su amigo. Tras unos instantes en los que Zoro, por primera vez en su vida, había bajado la guardia, Sanji se coloca encima de él y logra unirse a su amante.

En esta ocasión, la batalla se torna totalmente diferente a la pelea anterior. Si Zoro era rudo y de envites violentos, Sanji era más tranquilo y suave. Zoro, en su turno, sólo quería disfrutar él, pero Sanji, más romántico y dadivoso, tenía como meta en la vida hacer que los demás gozaran, tanto en la cocina como en la cama.

Al contrario que su compañero, Sanji se contoneaba sutilmente, como si en cada movimiento tuviera miedo de hacerle daño. Zoro se dejaba llevar por los sentimientos que afloraban en su mente por las caricias internas. Cerraba los ojos, como si así pudiera percibir mejor las sensaciones producidas, pero le era imposible controlar el temblor de sus párpados, llegando a abrirse levemente en varios momentos, dejando entrever sus ojos en blanco. Sanji no podía evitar dejar de mirarle, de observar aquellas muecas en su rostro, arqueando la espalda en ciertos momentos, echando la cabeza hacia atrás y abriendo la boca mientras dibuja una libidinosa sonrisa. Aquella le hacía sonreír. Entonces comenzó a pasar sus manos por el fornido cuerpo de Zoro. Todos aquellos fibrosos músculos dejaban entrever y entender los largos años que el espadachín estuvo entrenando sin descanso. Pero lo que más le llamaba la atención al cocinero era la práctica falta de vello en aquel apolíneo torso, y eso que Zoro no era de los hombres que se cuidaran en ese sentido.

Zoro logra, en mitad de aquella vorágine extasiante, levantar los brazos y palpar el delgado cuerpo de su compañero. Luchando arduamente contra aquellas sensaciones exaltantes, consigue tocar el vientre de su amigo, notando el gran contraste de color entre su piel y la de él. Subiendo la mirada se sorprende ver el destacado de la negrura de unos incipientes copetes en su pecho con la casi albinez de la piel.

Finalmente, y tras varios minutos interminables de lujuria y deseo, Zoro y Sanji consiguen alcanzar el sublime éxtasis casi místico del orgasmo, como si una explosión de gozo les invadiese por completo. En ese preciso momento, las fuerzas les abandonan, cayendo Sanji sobre el cuerpo de Zoro como un peso muerto. La agitada respiración del rubio cocinero pelea entonces por seguir el rítmico vaivén del pecho del peliverde.

- No puedo creer que esto pudiera ser tan intenso,- susurra entrecortadamente Zoro.

- ¿Cómo?,- pregunta Sanji, en un gran esfuerzo por moverse para mirarle a la cara.

- Es que… he de confesar que yo… nunca…

- Nunca lo has hecho con otro hombre,- sonríe Sanji -. Lo comprendo.

- No. Me refiero a que no… vamos… Ni con un hombre… ni con una mujer…

- ¿Que tú nunca has…?,- Sanji se queda perplejo.

- No…,- murmura avergonzado Zoro.

- Pues como primera vez, veo que has quedado bastante satisfecho,- responde Sanji, abrazándole sonriente y con ciertos aires de grandeza.

- Sanji… Yo… Es que… antes de sumarme a Luffy como miembro de su tripulación, entre los entrenamientos y las batallas contra los piratas, no tenía ni un momento de descanso. Nunca antes había yacido con nadie. Siempre había estado solo.

- ¿Cómo?,- Sanji le mirada perplejo al mismo tiempo que dibujaba una sonrisa -. ¿Me estás diciendo que tú nunca has…?,- Zoro vuelve el rostro, avergonzado -. Bueno, pero sí que te habrás desahogado… tú solo.

Zoro niega tímidamente.

- Te acabo de decir que no he tenido un solo momento de descanso…,- farfulla el espadachín. Sanji deja escapar de su garganta un amago de risa mientras seguía observando a aquel cazarrecompensas tratando de menguar para que nadie le mirara.

- ¿Pues sabes qué?,- continúa el cocinero, abrazándolo -. Que aquí tienes a un profesor al que puedes acudir cuando quieras.

Zoro le mira. Sonríe tímido.

- Gracias…

- Por cierto… No sabía que tu pelo fuese verde de verdad,- Zoro se sonroja.

- Y yo no sabía que el tuyo fuese teñido.

Los dos ríen, abrazados, abandonándose a un bucólico mundo de caricias suaves, besos tímidos y viajes al centro de sus pupilas.



sábado, 8 de octubre de 2011

ENCUESTA

Bueno, pues actualizo este blog (sólo hoy, ya que se supone que está cerrado), con una encuesta que hice. Y estos son los resultado.


Gracias a los que participasteis!!!! Y los que hayáis encontrado este blog por casualidad, echarle un ojo, si os gusta One Piece. Aquí al lado tenéis el índice de los capítulos (empezad por el primero, no seáis tramposos) XD

domingo, 6 de marzo de 2011

CAPITULO 35

Cuando Robin sale del camarote, Sanji cierra la puerta. Se queda inmóvil, de pie. Nami le da la espalda en la silla, cabizbaja. Las lágrimas siguen queriendo salir de ella, pero un escudo de rabia trata de impedirlo. Sí, Nami estaba rabiosa, rabiosa por Sanji, por su secreto, por su indecisión, por todo.

- Nami...

Aquella voz, antes dulce como la miel, ahora le enfadaba y le hacía daño. Antes, su nombre le producía una sensación de bienestar místico, pero ahora la hacía sentirse sucia.

- Nami, lo siento, de verdad,- Sanji se adelantaba poco a poco hacia la pelirroja.

- No, Sanji,- responde secamente ella, sin volverse. Sanji se para -. No me hables. Me has hecho mucho daño.

- Nami, compréndelo. Surgió así, sin más... Yo...

- Calla, por favor,- le interrumpe -. ¿No te das cuenta que por cada palabra que me digas más honda haces mi herida? ¿No ves que cada vez que hables me rompes el corazón en pedacitos cada vez más pequeños?

- Pero tengo que explicarme... O si no, siempre estaremos así. Y no quiero perderte...,- un halo de luz atravesó el alma de Nami... por un segundo -... como amiga,- Sanji logra acercarse hasta Nami. Está tras ella. Quiere tocarla, abrazarla, pensando que con eso la curaría para siempre, pero no se atreve -. Nami. Acabo de hablar con Zoro,- aquella frase la hizo otra herida en el corazón -. Ya estoy en paz con él. Ahora necesito estarlo contigo. Escúchame, aunque te duela, porque si no te lo digo, nunca podré mirarte a los ojos.

Durante los segundos que duró el silencio siguiente, Nami no pensaba más que en que Sanji se fuera y la dejara en paz. De repente, su mente se inundó de pensamientos sangrientos, pensamientos malvados. Quería matar a Zoro, quería matar a Sanji... se quería matar a sí misma. No era capaz de asimilar lo que creía que Sanji le iba a contar.

- He hablado con Zoro y... bueno... ya no hay ninguna duda dentro de mí... Lo siento Nami...,- Nami trataba de ser fuerte, pero la tristeza y la rabia juntas lo eran más -. Te he amado con locura desde el primer día que te vi, y cuando por fin caíste a mis pies, me hiciste el hombre más feliz del mundo. Porque te he amado siempre, te he tratado como una reina, me he desvivido por ti cada día, y no quiero que aquello se olvide. Por eso quiero que no pienses que fue todo una mentira, porque no lo fue. Te he tenido tan dentro de mí que ya formabas parte de mi. Y quiero que lo sepas. No quiero que te sientas mal ni que te duela, tan sólo quiero que lo guardes en tu mente como algo digno del recuerdo, porque sé que nadie te tratará ni te amará tanto o más como yo lo hice. Ni siquiera Luffy.

Al oir la última frase, Nami se queda como petrificada. ¿Eso significaba que Sanji veía con buenos ojos su relación con el capitán? Nami se vuelve hacia Sanji, mirándole a los ojos, como buscando la respuesta. El ojo visible del cocinero, entre triste y tierno, bendecía esa relación, pero Namo necesitaba oírlo.

- ¿Eso quiere decir... quiere decir que Luffy y yo...?

- ¿Quién mejor que él, un amigo de toda la vida en quien se puede confiar, para que cuide de ti?

Y en un impulso involuntario, Nami se levanta de la silla y abraza fuertemente al cocinero, el cuál le responde con un abrazo más tierno y suave.

- Tan sólo hazme un favor,- reponde Sanji -. Júrame que serás feliz junto a Luffy.

- Sólo si tú y Zoro también lo vais a ser.

F I N

sábado, 26 de febrero de 2011

CAPITULO 34

- Cuéntame.

Robin se había llevado a Nami a su camarote. El ambiente íntimo de éste era el propicio para que salieran a la luz los más profundos secretos. La suave luz que se asomaba por la pequeña ventana del camarote, camuflada por una leve tela a modo de cortinilla, Robin y Nami sentadas en dos sillas, una frente a la otra, separadas únicamente por una mesa. Robin la tomaba de la mano maternalmente, inclinándose hacia la pelirroja. Ésta permanecía con la cabeza gacha, luchando por no llorar.

- Cuéntame.

- Robin... Yo...,- la voz apenas le salía.

- Navegante. Siempre hemos sido amigas, ¿no? Si tienes algún problema, algo que te ronde la cabeza, siempre estaré aquí para que te desahogues,- le responde mientras le aprieta la mano. Nami levanta el rostro y la mira fijamente a los ojos. Están a punto de humedecerse.

- Robin. Tengo el corazón roto en mil pedazos...,- responde Nami con una firmeza y rotundidad increíbles. Luchaba para no llorar.

- Cuéntame,- le dice la arqueóloga otra vez.

- Sanji es un hombre gentil, atento. Eso fue lo que hizo doblegarme a su amor. Desde entonces he sido feliz, muy feliz. Pero hace un rato... En el camarote de Zoro...,- vuelve a ocultar su rostro -. Ahí comprendí. Sanji llevaba unos días muy raro. No era él mismo, y mi cabeza en ese momento comenzó a formar una idea que...,- las lágrimas que comenzaban a aflorar la impedían continuar, pero se arma de valor y prosigue -. Antes lo pude hablar con Luffy, y, no sé cómo, algo empezó a formarse entre nosotros. Sigo enamorada de Sanji, pero ahora... ¡Oh, Robin! ¡Estoy confusa! ¿Qué hago? ¿Es verdad lo que pienso sobre Sanji y Zoro? ¿En verdad me estoy enamorando de Luffy? ¡No sé qué hacer!

Nami no puede más y se derrumba. Oculta su rostro entre sus brazos sobre la mesa y se deja llevar por la tristeza y el estrés que esas preguntas que se acababa de hacer suponen. Robin la acaricia suavemente el cabello.

- Mi única solución es que lo hables con el cocinero. Él también está confundido, pero cuando se centre, hablará contigo para, entre todos, encontrar la solución a todo esto.

- Pues esa solución ha llegado.

Robin y Nami se vuelven asustadas. En el umbral de la puerta del camarote estaba Sanji, quieto. Se le notaba calmado, aunque dentro le azuzaba una desazón enorme.

- Robin, ¿nos puedes dejar solos?

Robin se levanta de la silla, no sin mirar antes a Nami. Al pasar al lado del rubio cocinero, le susurra: - Espero que hayas tomado la decisión correcta.

sábado, 19 de febrero de 2011

CAPITULO 33

Zoro y Sanji se quedan mirándose el uno al otro. No hablan. No se mueven. Sólo la brisa marina hace su aparición tratando de apaciguar los ánimos. Sólo el quejido de las maderas del barco zozobrando invade el silencio del momento.

- Sanji...,- a Zoro apenas le salía la voz.

Sanji cierra los ojos mientras levanta la mano, en señal de silencio.

- Pero Sanji...

- Ni una palabra, Zoro.

Zoro se adelanta un paso.

- Pero Sanji. Tienes que dejar de dudar. Sé que amas a Nami más que a nada en el mundo. Pero...,- de nuevo, el cocinero le manda callar.

- Zoro,- responde tras un instante en silencio -. Es algo muy difícil para mí. Desde que nos pasó aquello en la roca estoy confundido, pero siempre le he dado ventaja a mis sentimiento hacia Nami. La amo con locura. Y a ti también te quiero, pero como amigo. Nunca antes en mi vida había sentido tanta empatía por alguien hasta que te conocí.

- Yo también siento lo mismo por ti, Sanji. En mi anterior vida, la de caza-recompensas, era un solitario, un ermitaño. Trabajaba solo, y huía del contacto humano, de ahí mi carácter tan apático. Pero tras conocer a Luffy, me di cuenta de que el ser humano no puede estar solo. Nunca. Y a partir de ahí, me hice gran amigo de nuestro loco capitán. Después fuisteis apareciendo vosotros, y ahora mismo, si me preguntaran "¿qué haría si me faltárais?", mi respuesta sería: "Morirme", porque lo sois todo para mi. Sois mi familia, aquella que apenas conocí. Quizás Kuina os puso en mi camino.

- Pero, ¿tú ya no dudas?

- ¿Y tú?

Silencio. Sanji le da la espalda, cabizbajo. Zoro se adelanta otro par de pasos, y sube el brazo en amago de tocarle.

- No sé, Zoro. He de confesar que amo a Nami más que a nada en el mundo. Y tú lo sabes. Pero aquella noche, sobre la roca de la playa... Aquella noche sentí cosas que jamás había sentido antes. Y por eso dudo,- y una lágrima se deja caer por su mejilla.

- Pues yo ya no tengo dudas,- responde firme Zoro mientras avanza hasta su amigo, le voltea y le besa apasionadamente en los labios.

sábado, 12 de febrero de 2011

CAPITULO 32

Todos miram atónitos hacia la puerta del camarote de Chopper. Tras ella aparece, tambaleante, Nico Robin.

- No deberías moverte, Robin,- le dice Chopper, a sus pies, tratando, en vano, de hacerla volver al camarote.

- Navegante,- continúa Robin, haciendo caso omiso del reno -. Deja que el espadachín se explique.

- Pero Robin...,- Zoro es interrumpido por la arqueóloga con un gesto de la mano.

- El espadachín y yo somos los únicos que conocen el por qué el cocinero actúa así. Y es que simplemente está confundido. Al igual que tú, ¿no?,- le pregunta a Zoro. Éste la mira soprendido, como cuando alguien es sorprendido haciendo algo a escondidas. Al momento se relaja y baja el rostro, afirmando vergonzoso -. Navegante, dales un tiempo para que lo hablen. Porque lo tienen que hablar. Si tú no estás ya cómoda con el cocinero, díselo, pero de buenas maneras.

De repente se hace un incómodo silencio entre todos. Zoro sigue con la mirada gacha. No quiere mirar a nadie. Y menos toparse con la rabia de Nami. No se merece que él la mire a los ojos. Nami mira, con los ojos brillantes, a Luffy. Éste la sonríe tiernamente. Chopper, rompiendo ese silencio, toma a Luffy de la mano y lo mete en su camarote.

- Vamos, Luffy. Déjame ver ese labio...

Robin posa su mano en el hombro de Zoro, quien se vuelve hacia ella. Robin le sonríe al tiempo que le señala la salida. Zoro camina cabizbajo hasta salir al exterior, evitando mirar a Nami a la cara. Ésta, cuando ve a Zoro pasar a su lado, cierra fuertemente su puño, dispuesta a pegarle, pero se detiene. Robin acude a su lado.
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- ¡No te entiendo, Sanji!,- exclama, desesperado, Ussop.

- Yo tampoco me entiendo,- murmura el cocinero hacia sus adentros, reteniendo sus lágrimas.

- Me dices que estabas detrás de Nami desde el principio, y ahora que, tras años de ardua batalla, y ya que por fin es tuya, ¿la desprecias? Y como ella ve que no le haces caso y encuentra el amor en brazos de otro, ¿ahora sí que la prestas atención?

- Es algo que no puedo explicar, Ussop,- responde Sanji, mirando a su amigo a la cara, a punto de estallar en un llanto.

- ¡No te reconozco, Sanji! ¿Se puede saber qué es lo que te pasa?

- Eso es algo que sólo lo sabemos los dos,- responde Zoro, en el umbral de la puerta. Sanji y Ussop le miran. Zoro, con el semblante serio, le indica a Ussop que les deje solos. Éste obedece al momento y se mete en los camarotes deprisa.

sábado, 5 de febrero de 2011

CAPITULO 31

Ussop sale a cubierta. Ahí Sanji logra zafarse de él y se aleja varios pasos.

- ¡Sanji!,- el cocinero no le responde -. ¡Sanji!,- grita con más fuerza. Sanji se detiene, dándole la espalda. Ussop sigue parado en el umbral de la puerta.

- Ussop...,- responde con cierta calma Sanji, pero con la mandíbula apretada -. Déjame...

- Sanji, pero...,- se adelanta un par de pasos, pero Sanji, crispando sus puños, le responde.

- He dicho que te vayas.

Ussop se detiene, mirando con miedo a Sanji. La razón por la que Sanji dio aquel puñetazo a Luffy sólo lo sabe él, pero le da miedo acabar como su capitán.

- Sanji... Soy yo. Ussop, el miedoso,- no hacía falta el mote, ya que se notaba en su temblorosa voz -. Quiero que lo recuerdes para que no me pegues a mi también. Pero sólo quiero saber qué ha pasado ahí dentro. ¿Por que le has pegado a Luffy?
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- ¿Por qué? ¡Ya te lo he dicho! Porque le he dicho que es un maldito egoísta,- responde Luffy a Zoro, calmadamente, mientras sigue abrazando a Nami, tratando de calmar su llanto.

- Pero, ¿por qué dices eso? ¿Por qué es un egoista?

- Porque durante todo este tiempo ha estado con Nami, pero desde un tiempo ya apenas la hacía caso, y ahora que la tiene otro, no la deja ir.

- ¿Cómo? No... No os entiendo... ¿Cómo que Nami es de otro? ¿Quién?
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- Luffy,- responde secamente el cocinero. Ussop no sale de su asombro.

- ¿Cómo que se estaba besando con Luffy? Pero... ¿no estaba contigo?

- Así es, Ussop. Estaba.

- Así que... pegaste a Luffy porque... se estaba besando con Nami.
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- Pero...,- Zoro no conseguía comprender -. ¿Cómo es que ahora estás con Luffy? ¿Por qué dices que Sanji ya no te hace caso?

- No te hagas el tonto ahora,- responde Nami, con tono sarcástico. Zoro no comprende -. ¡No me mires así, Zoro!,- Nami se separa de Luffy y avanza hacia el espadachín con el enfado en su mirada -. Os he visto a los dos hace un momento en tu camarote. Y también os he oído. Sí, Zoro. Ya lo sé todo. Y ahora todas las piezas encajan: por qué ya apenas me toca, por qué ya no se deshace en regalos y halagos hacia mí, por qué corrió tras ti al momento de irte tras el ataque.

Zoro sentía cómo le fallaban las piernas, cómo se le secaba la garganta, cómo se le bajaba la sangre a los pies. Durante años y años peleando contra piratas de todos los rincones del mundo, a cada cuál más virtuoso con la espada que el anterior, jamás sintió miedo. Pero viendo a Nami con esos ojos inyectados en sangre, esa mirada encendida, ese rostro endurecido, ya sentía por primera vez en su vida el terror. E, igualmente, empezó a sentirse como Ussop: quería huir para conservar la vida.
- Nami...,- Zoro se aleja poco a poco, tartamudeando -. No es lo que parece...

- Navegante. Déjale explicarse.

sábado, 29 de enero de 2011

CAPITULO 30

- ¿Se puede saber qué pasa aquí?,- exclama Zoro, saliendo de su camarote. Tiene a Luffy en el suelo delante suyo. Nami pegada a la pared, enfadada, increpando a Sanji, quien, a su vez, se le ve agitado, con los puños crispando, mientras Ussop le retiene sujeto por debajo de los hombros.

- ¿Estás loco, Sanji?,- le grita Nami al cocinero -. ¿Por qué has hecho eso?

Sanji no contesta. Tan sólo mira con rabia y odio a Luffy, quien, aún en el suelo, se pasa la mano, limpiándose la sangre que sale de su labio partido.

- ¿Queréis hacer el favor de no armar tanto jaleo....,- Chopper, en su forma primigenia, sale de su cuarto. Al ver a Sanji enfadado, Nami gritándole, y Luffy en el suelo, también con el rostro endurecido, da un paso hacia atrás, escondiéndose tras la puerta -.... por favor?

- ¿Se puede saber qué pasa aquí?,- repite el espadachín. Chooper se asusta del tono agresivo de su compañero y cierra la puerta, dejándola levemente entornada para poder ver a través de la apertura.

- ¿Quieres saber lo que pasa?,- responde Sanji, amenazante -. ¡Pregúntaselo a tu capitán!

Zoro se vuelve hacia Luffy, a quien tiende la mano para ayudarle a levantarse. Luffy le rechaza de mala manera, aupándose sin ayuda y sin dejar de mirar amenazante a Sanji.

- Luffy, ¿qué ha pasado entre vosotros dos? ¿Y por qué Sanji se ha referido a ti con ese retintín?

- Lo que pasa es que Sanji es un egoista.

Zoro se sorprende de su respuesta.

- ¿Un egoista?

- Sí. Lo quiere todo para él... incluso cuando ya no le hace falta.

Sanji, tras esas palabras, intenta desesperadamente deshacerse de Ussop, que aún le tenía sujeto por los hombros. Estaba totalmente ido.

- ¡Suéltame Ussop! ¡Suéltame te digo!

- ¡Sanji, tranquilízate, por Alá!

- ¡Ussop! ¡Llévatelo de aquí! ¡Ya!,- Ussop obedece a Zoro y se lleva como puede a Sanji a cubierta, entre los pataleos del cocinero. Zoro se vuelve a Luffy, quien abraza muy protector a una desconsolada Nami -. Y ahora decidme, ¿qué ha pasado?

sábado, 22 de enero de 2011

CAPITULO 29

- ¡Idiota!,- se repite a sí mismo una y otra vez Zoro -. ¡Eres un idiota! ¡Idiota, idiota, idiota!,- terminando por derrumbarse sobre su cama, dejándose llevar por las lágrimas. Empezó a recordar la conversación que tuvo antes con Robin, en la cascada. "¿Por qué?" era la frase que le martilleaba el cerebro, con la sensual voz de la arqueóloga repitiéndolo sin cesar. "¿Por qué?" ¿Por qué le daba largas a Sanji, cuándo éste quería hablar lo ocurrido en aquella roca, en aquella playa? ¿Por qué? Muy fácil... ¡Por que desde aquel momento comenzó a dudar! Dudaba de sí mismo, de su corazón. No sabía si Kuina era su verdadero amor o simplemente una amiga muy querida. Al igual que Sanji. ¿Era su gran amigo o algo más? Aquel beso... aquel maldito y endiablado beso... amargado por el sake...

Cuando se calma un poco, levanta el rostro. Mira a través de la ventana que tiene delante. Sobre el azul del cielo cree ver el rostro de su amiga.

- Lo siento...,- le responde a aquel fantasma de su mente -. Lo siento de veras. Te amo a ti, Kuina. Sólo tú fuiste mi gran amor, y no hay día ni noche que no me arrepiente de no habértelo dicho antes. Tú siempre estarás en mi corazón y te prometo por mi vida que nadie te sustituirá jamás. Pero Sanji... Aquel beso en la roca de la playa... Desde entonces tengo dudas. Es mi amigo, pero...,- vuelve a bajar el rostro, dejándose llevar de nuevo por la tristeza. Pero un gran golpe seguido por un grito desde fuera del camarote le hace volver a la realidad.

sábado, 15 de enero de 2011

CAPITULO 28

Luffy abrazaba a Nami fuerte y, a la vez, tiernamente. No sabía por qué lloraba Nami, pero Luffy se sentía en la obligación de rodearla con sus brazos, como protegiéndola. Sentía sus lágrimas empapando su roja chaqueta, pero sentía que le traspasaba el cuerpo y le calaban en lo más profundo de su corazón de goma.

- ¿Me lo vas a contar ya o tengo que esperar a cuando consigamos el tesoro de Gold Roger?,- preguntó Luffy, irónico.

Nami levanta la vista. Le ve sonreír suavemente. De repente, la joven siente cómo sus sentimiento se mitigan y desaparecen de su ser. La cálida sonrisa de su capitán y la sensación de protección de su abrazo la calmaron.

- ¿Y bien?

- Luffy... Yo...

Luffy le toma del mentón suavemente.

- Antes que tu capitán soy tu amigo. Ya sabes que me puedes contar cualquier cosa.

Durante unos instantes se hizo el silencio entre los dos. Nami no podía apartar la mirada de aquellos oscuros ojos. Se sentía bien, extrañamente muy bien.

- ¿Nami?,- la voz de Luffy la hizo volver de aquella ensoñación.

- Eh... Luffy...,- Nami se sentía algo violenta -. Verás... Acabo de ver algo que... me ha helado la sangre...,- Nami vuelve el rostro. Luffy la miraba dulcemente.

- Dímelo.

Nami se vuelve, dándole la espalda. Se abraza a sí misma, con el rostro gacho. Luffy la abraza.

- Es... es...,- Nami no se atrevía a decirle nada. Quería guardarlo para sí, pero el notar de nuevo el relajante abrazo de Luffy, se armó de valor -. ¿Recuerdas nuestra conversación, antes del ataque?,- Luffy asiente -. Después del ataque, Sanji vino hacia mí cuando aquel monstruo nos soltó y se fue. Se preocupa por mí, Luffy. Pero Zoro se metió dentro de los camarotes y Sanji le siguió,- se vuelve hacia Luffy, desesperada -. ¡Le siguió, Luffy! ¡Le siguió! ¡Y sin pensárselo!,- la voz comenzaba a entrecortarse -. Yo fui tras él... Se metió en el camarote de Zoro... Y miré...,- las lágrimas querían hacer su aparición, preludiadas por la pausa en la narración.

- A lo mejor sólo quería hablar con él...,- Nami niega con la cabeza.

- No, Luffy...,- responde con un hilo de voz -. Ahora todo encaja...,- se aferra con fuerza y rabia a la chaqueta del jóven mientras se desahoga. Luffy comprende y la abraza. Nami seguía sin poder articular palabra. El joven capitán, sabiendo que Nami no iba a hablar, aprovecha entonces para acercarse lentamente a su rostro hasta juntar sus labios y, ayudándose entonces con su lengua, le ayuda a desatascar su boca de todas esas palabras que querían salir a la vez. Los dos se dejaron llevar por aquel mágico beso, sin oír que la puerta del camarote de Zoro se abría...

sábado, 8 de enero de 2011

CAPITULO 27

Zoro baja la cabeza en jarras, negando. Avanza hasta Sanji, se arrodilla delante de él y trata de mantener la mirada en la suya.

- Sanji...,- dice, volviendo la mirada hacia los ojos del cocinero -. Aún no sé lo que me pasa. Sé que hay una batalla dentro de mí, pero siguen en tablas. Lo siento, pero ya te he dicho antes que yo.... yo no... vamos, que yo.... no soy como tú... Además,- continúa Zoro tras unos segundos en silencio -, tú estás con Nami. Es tu destino. Es vuestro destino. Lo que pasó aquella noche ya sabes que fue por culpa del sake. En verdad te quiero,- Zoro pone su mano en la nuca de su amigo -, pero como amigo. Me lo paso muy bien peleándome contigo, así consigo rebajar un poco mis nervios cuando el día está tranquilo y no hay nada qué hacer. Las horas del entrenamiento no me llenan lo suficiente, y por eso me gusta estar contigo, con todos vosotros, aunque no lo parezca.

- Zoro...,- Sanji le mira anodadado, luchando porque no le vea llorar. No tan cerca. El silencio se hace entre los dos, tan sólo roto por Zoro gesticulando en su boca un "lo siento". Zoro apoya su frente en la del espadachín, cerrando los ojos con fuerza para que las lágrimas no hicieran su aparición.

Sanji se levanta de la cama y, con paso decidido, llega hasta la puerta de la habitación. Antes de girar el pomo, se vuelve. Zoro no había cambiado su postura.

- Zoro. Te tendré siempre en mi corazón... como amigo. Te haré caso e intentaré centrarme en Nami. No he estado todo este tiempo detrás de ella como un tonto para, ahora que la tengo, despreciarla. No. Ella no se lo merece. Ni tú tampoco. Probaré durante un tiempo dedicarme por entero a Nami, como antes. Ya te comunicaré el resultado del experimento.

Sanji se da la vuelta de nuevo hacia la puerta y sale.

CAPITULO 26

- ¡Sogeking! ¡Sogeking! ¿Nos firmas un autógrafo?,- Usoop no sabía cómo librarse de Luffy y Chooper. Necesitaba salir de allí y volver a ser Usoop, el miedoso, pero sus dos amigos le acorralaban con los ojos brillantes.

- Estimados amigos,- les responde, fingiendo la voz -. Será mejor que cuiden de sus amigos, ¿no creen?,- y señala el cuerpo yacente de Robin. En el segundo en que Luffy y Chooper se vuelven, Usoop aprovecha y, de un salto, salta por la borda del barco y se esconde entre la maleza del bosque.

Chooper acude junto a Robin. La examina.

- Luffy,- le dice al capitán, mientras cambia a estado semi-humano -. Rápido. Ayúdame a llevarla a mi camarote.

Luffy y Chooper la llevan entre los dos hasta el camarote de Chooper. Cuando llegan a la puerta, Luffy se da cuenta de que Nami está frente a la puerta del camarote de Zoro, a pocos pasos de ellos.

- Ayúdame a dejarla encima de la mesa,- el comentario del reno hace volver a Luffy a la realidad. Entra en el camarote de Chopper y dejan a Robin sobre la mesa. El médico la examina mientras Luffy, viendo que ya no tiene nada más que hacer, sale. Al cruzar el umbral, se choca con Nami. Luffy la retiene y la mira. Está llorando.

- ¡Nami!,- exclama Luffy, conmovido -. ¿Por qué lloras? ¿Qué ha pasado?

Nami alza la mirada, tímida. Cuando se encuentra con los ojos del jóven capitán, vuelve a estallar en llantos, abrazándose fuertemente a él, empapando su roja camisa de lágrimas.

sábado, 1 de enero de 2011

CAPITULO 25

Nami estaba aterrada. Le temblaba todo el cuerpo. Había visto muy de cerca la muerte. Es verdad que habia participado en multitud de batallas y en muchas de ellas estuvo a punto de perder la vida, pero aquella fue diferente... Pensar en que sería su final y que no volvería  a ver a Sanji era lo único que le rondó la cabeza en aquellos momentos. El estar por fin con Sanji la cambió la vida por completo. Y el ver que Sanji acudió a su lado cuando derrotaron a Tony "el Calamar", notar aquel abrazo tan verdadero, oírle casi sollozando, le puso la piel de gallina. Pero lo que la descuadró fue que, de repente, la dejara sin más y se fuera corriendo. ¿A dónde iria con tanta prisa? ¿Qué habría en ese momento más importante que estar con ella, aliviarla de tan terrible suceso? ¡Estuvo a punto de morir! ¿Y Sanji se larga sin más, dejándola sola en cubierta? Quería una explicación, y le siguió sin que el cocinera la notara.

Le sigue por el interior del barco hasta que le ve entrar en un camarote. Con el corazón latiendo fuertemente, se acerca lentamente a la puerta.

- Este es el camarote de Zoro...,- piensa Nami.

Acerca su oreja a la puerta y escucha atentamente. Al principio no oye nada. Lo que parecen susurros inaudibles a través de la madera, pero, tras unos instantes, oye la voz de Zoro. Parece enfadado.

- "¿Lo sientes? ¿Crees que con eso ya está todo resuelto?"

Nami se separa asustada de la puerta. Aquel tono de voz de Zoro la heló la sangre. Ya había oido a Zoro miles de veces enfadado, sobre todo con Sanji, pero aquella vez... Aquella vez el tono era más aterrador. Estaba enfadado... de verdad. Pero la reacción de Sanji dejándola en cubierta, la actitud del cocinero tan rara aquellos días, y aquel comentario de Zoro la hizo seguir escuchando.

- "¡Sí, lo admito! ¡Estoy celoso!",- exclama Zoro.

- "¡Lo sabía!",- exclama Sanji, riendo sobre la cama -. "Aunque si admitieses que también me amas..."

¿Cómo? ¿Había escuchado bien? Entre que la respuesta de Sanji fue en un tono de voz más suave, y que la madera de la puerta no dejaba oir bien, Nami pensó que se podría haber equivocado y que habría escuchado mal. Pero, si aquel comentario era el correcto, entonces... Nami empezó a comprender. Ahora todas las piezas encajaban: Sanji en actitud rara desde hace días, el abandono de hace unos minutos, Sanji entrando en el camarote de Zoro, aquella conversación que estaba escuchando...

Y, tras pensarlo un momento, Nami abre la puerta con cuidado y mira dentro. Y ahí estaba Zoro, arrodillado frente a Sanji, mirándose los dos fijamente a los ojos...