sábado, 26 de febrero de 2011

CAPITULO 34

- Cuéntame.

Robin se había llevado a Nami a su camarote. El ambiente íntimo de éste era el propicio para que salieran a la luz los más profundos secretos. La suave luz que se asomaba por la pequeña ventana del camarote, camuflada por una leve tela a modo de cortinilla, Robin y Nami sentadas en dos sillas, una frente a la otra, separadas únicamente por una mesa. Robin la tomaba de la mano maternalmente, inclinándose hacia la pelirroja. Ésta permanecía con la cabeza gacha, luchando por no llorar.

- Cuéntame.

- Robin... Yo...,- la voz apenas le salía.

- Navegante. Siempre hemos sido amigas, ¿no? Si tienes algún problema, algo que te ronde la cabeza, siempre estaré aquí para que te desahogues,- le responde mientras le aprieta la mano. Nami levanta el rostro y la mira fijamente a los ojos. Están a punto de humedecerse.

- Robin. Tengo el corazón roto en mil pedazos...,- responde Nami con una firmeza y rotundidad increíbles. Luchaba para no llorar.

- Cuéntame,- le dice la arqueóloga otra vez.

- Sanji es un hombre gentil, atento. Eso fue lo que hizo doblegarme a su amor. Desde entonces he sido feliz, muy feliz. Pero hace un rato... En el camarote de Zoro...,- vuelve a ocultar su rostro -. Ahí comprendí. Sanji llevaba unos días muy raro. No era él mismo, y mi cabeza en ese momento comenzó a formar una idea que...,- las lágrimas que comenzaban a aflorar la impedían continuar, pero se arma de valor y prosigue -. Antes lo pude hablar con Luffy, y, no sé cómo, algo empezó a formarse entre nosotros. Sigo enamorada de Sanji, pero ahora... ¡Oh, Robin! ¡Estoy confusa! ¿Qué hago? ¿Es verdad lo que pienso sobre Sanji y Zoro? ¿En verdad me estoy enamorando de Luffy? ¡No sé qué hacer!

Nami no puede más y se derrumba. Oculta su rostro entre sus brazos sobre la mesa y se deja llevar por la tristeza y el estrés que esas preguntas que se acababa de hacer suponen. Robin la acaricia suavemente el cabello.

- Mi única solución es que lo hables con el cocinero. Él también está confundido, pero cuando se centre, hablará contigo para, entre todos, encontrar la solución a todo esto.

- Pues esa solución ha llegado.

Robin y Nami se vuelven asustadas. En el umbral de la puerta del camarote estaba Sanji, quieto. Se le notaba calmado, aunque dentro le azuzaba una desazón enorme.

- Robin, ¿nos puedes dejar solos?

Robin se levanta de la silla, no sin mirar antes a Nami. Al pasar al lado del rubio cocinero, le susurra: - Espero que hayas tomado la decisión correcta.

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