sábado, 25 de diciembre de 2010

CAPITULO 24

Zoro entra en su camarote, cabizbajo. Cierra la puerta de un golpe. Se quita la bandana negra de su cabeza, con claro gesto desesperado. Se sienta pesadamente sobre su cama, apoyando su rostro entre sus manos. No sabía por qué, pero se sentía mal por dentro. Era algo extraño para él. Era la primera vez en su vida que sentía algo así. Bueno..., era la segunda. Y por eso se juró que nunca jamás volvería a sentir algo parecido, pero los sentimientos son indomables, y aparecen cuando menos te los esperas. Por eso, Zoro tomó una de sus katanas y se miró en el reflejo de su filo. Era como si concentrándose en su acero él pudiera detener ese estallido que había aparecido de repente en su interior, pero era imposible de pararlo. Sí. Estaba llorando. ¿Y qué? Él sólo derramó lágrimas cuando murió Kuina, y desde estonces se juró no volver a llorar nunca en su vida. Pero aquella escena que acababa de ver le dolió tanto... Entonces endurece su rostro, aprieta el puño con el que sujetaba el mango de la katana y de un golpe seco clava la espada en el suelo, totalmente perpendicular. Incluso parecería que llegó a hundirla varios centímetros en la madera. Y se dejó llevar por la tristeza. Un golpe ligero en la puerta le hizo volver. La puerta se abre lentamente y la cabeza del cocinero se asoma tímido.

- ¿Zoro?,- le pregunta en un hilo de voz.

Zoro le ve de reojo y se da la vuelta, tumbándose en la cama.

- Vete,- le responde secamente. Sanji desobedece entrando en el camarote y cerrando tras sí la puerta.

- Zoro. ¿Estás bien?

- Déjame.

Sanji se acerca hasta la cama y se sienta al lado de Zoro. Le acaricia el cabello. Zoro, al notarlo, le aparta la mano de malas maneras. Sanji se sorprende al principio, pero vuelve a acariciarle la cabeza.

- Zoro...,- responde Sanji, dulcemente -. Lo siento.

- ¿Lo sientes?,- pregunta Zoro, enfadado, mirándole -. ¿Crees que con eso ya está todo resuelto?

- Cálmate,- le pide, sujetándole por los hombros.

- ¿Que me calme? ¿Quieres que me calme tras ver que, si ese calamar nos hubiese tirado al mar, tú habrías ido sin pensarlo a por Nami?

- Es la más indefensa. Tú tienes tus katanas.

- Sanji...,- las lágrimas que amenazaban por salir entrecortó la voz del espadachín, pero le vencen y acaba por derrumbarse en el hombro de su amigo. Sanji le abraza tiernamente -. Te he visto cómo ibas junto a ella sin pensártelo dos veces. Y pensé que la amabas a ella en vez de a mí .- Sanji se separa de Zoro y le mira a los ojos.

- ¿Estás celoso?,- le pregunta. Zoro vuelve el rostro, enojado -. Sí, estás celoso...,- se responde a sí mismo, dibujando una sonrisa en su cara mientras toca la punta de la nariz de su amigo con el dedo. Zoro le aparta de un manotazo y se levanta nervioso de la cama, dándole la espalda -. Admítelo Zoro. Admítelo de una vez,- responde Sanji, con los brazos cruzados. Zoro desclava la katana del suelo y se vuelve a mirar en su filo. Una pequeña sonrisa aparece. Zoro envaina el arma y se vuelve bruscamente.

- ¡Sí, lo admito! ¡Estoy celoso!,- exclama.

- ¡Lo sabía!,- exclama Sanji, riendo sobre la cama -. Aunque si admitieses que también me amas...

Zoro baja la cabeza en jarras, negando. Avanza hasta Sanji, se arrodilla delante de él y trata de mantener la mirada en la suya.

sábado, 18 de diciembre de 2010

CAPITULO 23

- ¡Por encima de mi cadáver!,- exclama una voz fuerte. Todos miran hacia el mismo lado. Y ahí, de pie sobre la barandilla de la borda, posaba majestuoso un personaje enmascarado.

- ¿Y tú quién se supone que eres?,- pregunta enojado Tony "El Calamar".

- Es extraño que lo preguntes, ya que yo soy.... ¡el legenadario guerrero Sogeking!,- y tras su presentación comienza a cantar una divertida canción.


- ¡Sogeking!,- exclaman alegres Chopper y Luffy.

- Maldito narizotas...,- murmura Sanji -. Me había asustado por un momento...

- ¡Libera a esos pobres piratas y enfréntate con alguien de tu tamaño!

- ¿Esa frase la acaba de decir Ussop?,- se pregunta sorprendido Sanji -. ¿Será que cuando se viste de esas maneras cambia totalmente su personalidad?,- pero haya la respuesta al fijarse en las temblorosas piernas de su amigo.

Tony "El Calamar" se dispone a coger a aquel misterioso personaje con un tentáculo libre, pero Sogeking tiene unos reflejos rápidos y le lanza algo con su gran tirachinas, haciendo blanco en su rostro. Tony se queja, haciéndole llevar todos sus tentáculos a sus ojos, liberando a sus compañeros presos. Tony termina por precipitarse al agua.

- Gracias Ussop... digo, Sogeking,- responde Nami, tumbada en cubierta. Sanji corre junto a ella. Zoro les mira de reojo mientras toma aire. Luffy corre junto a Ussop, quien, más relajado, se deja caer a cubierta. Chopper también acude a su lado.

- ¡Sogeking! ¡Eres el mejor!,- exclaman los dos "usuarios" de las frutas del diablo.

Zoro se levanta y se mete en los camarotes. Sanji le ve.

- He pasado tanto miedo, Sanji-kun...,- oye decirle Nami al oído, mientras se abrazan, pero no deja de pensar en la manera en que se ha ido Zoro de cubierta. ¿Qué mosca le habrá picado?

domingo, 12 de diciembre de 2010

CAPITULO 22

Sanji notaba cómo le costaba cada vez más respirar. Sus piernas le fallaban, pero no se sabe cómo conseguía encontrar un resquicio de fuerza en su cuerpo. Y esa fuente era su mente. El nombre de Nami retumbaba en su cerebro, haciéndole correr un poco más, a pesar de la gran fatiga que se estaba apoderando de él. Ni el cansancio, ni la falta de aire, ni los latigazos de las ramas de los árboles le doblegaban. Aquél estruendo le volcó el corazón.

- Si algo le ha pasado a Nami-chan, no me lo voy a perdonar en la vida,- se decía a si mismo mientras corría por la selva, seguido de Chopper, ya transformado en reno, y Ussop.

La columna de humo cada vez se divisaba con mayor claridad, hasta que llegaron a la causa de ella, temiéndose lo que pensaban: que procedía del barco.

- Pero... ¿se puede saber qué es eso?,- gritaron a la vez Ussop y Chopper.

Los tres veían delante suyo lo que parecía un calamar gigante amarrado con sus tentáculos al barco. Entre los tentáculos que tenía libres lograron apreciar a sus compañeros: Luffy, Nami y Zoro. El mosntruo reía mientras observaba, jactancioso, sus capturas.

Sanji empezó a notaba un calor extremo dentro de su estómago, un calor que luchaba por salir, por invadir su cuerpo. Sus ojos comenzaron por enrojecerse por la sangre, sus dientes chirriaban, sus puños se crispaban. Y se dejó invadir por ese calor interno, un calor rabioso y airado que prendió en una de sus piernas mientras corría decidido hacia el barco. Cuando está ya junto al navío, toma potencia en un inmenso salto que le eleva varios metros en el aire, dejándose caer pesadamente en la perpendicular del calamar, dispuesto a dar una patada con su pierna fogosa. Pero el monstruo se da cuenta en el último instante y se libra del cocinero con un tentáculo al igual que una vaca se libra de una molesta mosca con el rabo. Sanji acaba golpeándose en la espalda contra el mástil principal del barco y cayendo al suelo. Dolorido, trata de levantarse, mientras escucha su nombre gritado por sus compañeros.

Chopper se enfurece por la escena vista y evoluciona a su estado andromorfo. Tomando potencia para corrar, se prepara para golpear al invasor, pero igualmente le repele con otro tentáculo. Chopper cae al suelo. Al levantarse, descubre a su lado el cuerpo inerte de Robin. Trata de despertarla, pero no lo consigue. Al tomar el pulso, descubre la respuesta: está inconsciente. El monstruo debió de golpearla muy fuerte, como a él y a Sanji.

- ¡Ussop!,- grita Chopper, hacia la costa -. ¡Dispárale!,- pero no obtiene respuesta -. ¡Ussop!,- de nuevo el silencio -. ¡Sanji!,- se vuelve al cocinero -. ¡Ussop no está!

- ¿Cómo?

- ¡Que Ussop no está! ¡Ha desaparecido!

- Maldito cobarde...,- murmura Sanji, rabioso de ira.

Los gritos de ayuda de sus compañeros le hacen volver. Luffy aún puede sobrevivir a aquello, por su naturaleza elástica, pero Zoro y Nami son normales, y esos terroríficos abrazos de los tentáculos podrían partirles los huesos fácilmente.

- ¡Suéltales!,- grita Sanji mientras se dispone a volver al ataque. Tony se vuelve hacia el cocinero, deteniéndole con uno de sus tentáculos.

- Veo que quieres mucho a tus amigos, ¿eh?,- responde Tony, riendo malvadamente -. Seguro que serías capaz de dar tu vida por la suya, ¿a que sí? Pues veamos si es verdad...,- y, adelantándose a la borda del barco, se prepara para saltar por ella al fondo del mar -. Sólo podrás salvar a uno de ellos.

domingo, 5 de diciembre de 2010

CAPITULO 21

Zoro y Robin corrían por todo el bosque. Zoro seguía a Robin muy de cerca, pero, a pesar de ello, alguna que otra vez se perdió. Robin consiguió suplirlo llevando al espadachin en volandas por los árboles del bosque con lianas y lianas de brazos que la arqueóloga era capaz de crear de la nada. Cuando llegaron a la cala donde estaba el barco anclado, se encuentran una imagen que les congeló la sangre. Un enorme calamar de varios metros estaba en la cubierta del barco, con Luffy inmóvil en uno de sus tentáculos, aunque luchando por liberarse. Nami estaba frente a aquel monstruo, aferrada a su "vara del tiempo", lista para el ataque.

- No tienes nada que hacer, insignificante muchacha,- reía jactancioso aquel monstruo -. Soy el capitán Tony "el Calamar", y tengo ese sobrenombre gracias al día en que me comí un calamar que se había comido una "fruta del diablo", y gracias a ello, tengo esta apariencia tan sobrecogedora. Y tú, pelirroja, ¿qué habilidad tienes? ¡Ninguna!,- vuelve a carcajearse -. Tú, para mí, no eres más que una simple hormiga a la que puedo derrotar aplastándola con uno de mis tentáculos.

A medida que hablaba, Tony "el Calamar" estaba deslizando uno de sus tentáculas por la base del barco, haciéndola aparecer por detrás de Nami, amenazando con golpearla. Debido a que estaba de espaldas al sol, el tentáculo la hizo sombra. Nami, al notarlo, se da la vuelta asustada, pero se queda inmóvil, viendo cómo caía el tentáculo con todo su peso sobre ella. Cierra los ojos. Nota como si la empujaran y al momento un golpe en su costado. Abre los ojos. Se ve tumbada en la cubierta a varios metros de distancia del capitán. El tentáculo no había llegado a caer del todo. Estaba quieto en el aire. Nami vio una hilera de brazos saliendo del tentáculo. Nami comprende y busca en los alrededores. No ve nada, tan sólo una sombra que sale de entre unos matorrales cercanos, saltando hacia el cielo. El inconfundible chirrido del acero afilado desenvainado precede al ataque de aquella sombra. Al fin, Zoro aterriza en la cubierta del barco, arrodillado, con dos de sus katanas en las manos, sosteniendo la tercera con la boca. El monstruo trata de derrotarle con sus tentáculos, pero los reflejos de Zoro son más rápidos y logra escapar varias veces. Nami sigue en el suelo, observando cómo, mientras Zoro pelea contra el capitán metamorfoseado, Robin, escondida en la cubierta, ayuda a Luffy a liberarse del tentáculo que lo apresaba con sus brazos emergentes.

sábado, 27 de noviembre de 2010

CAPITULO 20

Nami se dejó llevar. Cerró los ojos mientras se dejaba envolver por el cálido aliento de su capitán. De repente, sin saber por qué, notó cómo Luffy la empuja brutalmente haciéndola caer de espaldas. Al segundo comprende. Se oye un enorme estruendo, seguido de un vaivén violento de la nave. Luffy estira sus brazos a límites imposibles para poder aferrase al barco y no caer.

- ¿Qué ha sido eso?,- pregunta Nami, asustada.

Luffy no responde. Tan sólo mira fijamente al horizonte del mar, con el ceño fruncido. Nami mira en la misma dirección. En la lejanía apenas logra distinguir una silueta, pero puede apreciar un sonido débil que poco a poco va creciendo. El mismo sonido que escuchó mientras Luffy la intentaba besar. Pensó que era su propio corazón, pero era una bala de cañón. Bala que es rechazada por Luffy, quien segundos antes estira brazos y piernas para poder aferrarse al barco, al momento que hincha su cuerpo para recibir la bala de cañón, que rebota en su estómago y regresa a su punto de origen cual boomerang. Lamentablemente, no hizo diana. Recuperando su forma original, Luffy volvió a alargar sus brazos hasta el barco contrincante, envolvió sus brazos en él y lo atrajo hacia ellos, preparando el abordaje. Nami, mientras tanto, reaccionó levantándose del suelo y corriendo hacia su camarote a por su "vara del tiempo". Cuando volvió a cubierta, ya nada pudo hacer.

sábado, 20 de noviembre de 2010

CAPITULO 19

Zoro se dejo caer sobre la roca, con la mano en la cabeza. Se estaba derrumbando. La arqueóloga sintió la necesidad de acercarse al guerrero y demostrarle su apoyo, pero desistió cuando comenzó él comenzó a hablar entre lágrimas:

- Es algo que no comprendo,- logró decir Zoro, con la mirada vacía -. Cada vez que me acuerdo...,- una lágrima cae sobre la roca -. Cuando me miro al espejo, o reflejado en el agua, me doy asco. No sé cómo pudo pasar, es algo totalmente antinatural. ¿Yo, enamorado de otro hombre? Kuina fue, es y será siempre mi verdadero amor. Sanji no es más que un amigo, un compañero de fatigas y batallas. Como tú. Como Nami. Como Luffy. Como todos. Y no me voy enamorando de todos vosotros. Sanji es mi amigo, nada más. Pero...

- Pero el estar tanto tiempo juntos ha hecho que afloren sentimiento nuevos en ti, ¿verdad?,- responde Robin, mientras hace florecer unos brazos de la roca para abrazar y calmar a Zoro. Éste asiente vergonzoso y sollozante -. ¿Y por qué no se lo dices a él? Lleva desde aquella noche buscándote para hablarlo, pero tú siempre le has dado largas. ¿Por qué?

- ¿Por qué?,- Zoro la mira fijamente -. ¿Quieres saber por qué?,- Robin asiente, intrigada. Pero Zoro es interrumpido por una explosión lejana.

Al oír aquella explosión, Chopper, Sanji y Ussop vuelven, asustados, su rostro hacia donde está atracado el barco.


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- ¡Por Alá y Mahoma!,- exclama Ussop -. ¿No me digáis que...?

- ¡Sí!,- responde aterrado Sanji -. ¡Ha sido el barco!,- pero el semblante del cocinero se vuelve más pálido -. ¡Nami!,- y sale corriendo el dirección a la explosión. Los otros dos le siguen.

sábado, 13 de noviembre de 2010

CAPITULO 18

Luffy saltó de nuevo a cubierta. Nami llevaba un buen rato parada, como una estatua, mirando al horizonte. Luffy se acerca junto a ella.

- Nami...,- le susurra. La ladrona no reaccionaba. Luffy posa su mano en su hombro. Esta vez, Nami vuelve la cabeza hacia Luffy, gacha.

- Luffy...,- murmuró la joven -. No lo sé, pero creo que a Sanji le pasa algo... Le noto raro desde hace unos días.

- ¿Es posible que, tras haberte conquistado después de tanto tiempo, se haya cansado de ti?,- Luffy la toma de los hombros, quedando detrás de ella. Nami, al escuchar la pregunta, se vuelve sorprendida.

- ¡Luffy!,- sus ojos parecían salir de sus cuencas -. ¡No digas eso ni en broma! Sanji y yo estamos muy enamorados, ¿me oyes? ¡Es imposible que haya dejado de quererme!

- Perdona, Nami, pero yo también me he fijado en que Sanji está raro... Desde hace unos días le noto como distante de ti, como que poco a poco va perdiendo la pasión de estar a tu lado. Además...,- Luffy agacha la cabeza, sonrojado -, hace días que no os oigo por la noche...

Nami se vuelve, también sonrojada, al oir a Luffy.

- La verdad es que tienes razón, Luffy,- murmura avergonzada -. Hace unos días que ni me ha tocado... Quiero pensar que es por las batallas y el viaje. No quiero agobiarle, de verdad. Siempre que termina una batalla, o llegamos a una isla después de tantos días navegando, hago todo lo posible para que se sienta cómodo y descanse. Le doy masajes, le dejo dormir cuando me levanto por las mañanas, me ocupo de sus labores a bordo. Le amo demasiado, Luffy.

- No tanto como yo a ti

Aquella respuesta dejó a Nami totalmente descolocada. Luffy le tomaba de las manos, se iba acercando lentamente a ella. Nami no podía reaccionar, estaba totalmente helada al oir aquella revelación de su capitán. Empezó a notar su aliento cálido en su rostro. Sus labios iban a juntarse. Luffy había cerrado los ojos suavemente. Nami seguía sin creer lo que estaba pasando en ese momento. Luffy la iba a besar. No lo podía permitir. No lo debía permitir. No lo tenía que permitir. Ella estaba con Sanji, su cocinero pervertido, su amor, su media naranja. Pero no conseguía moverse, ni siquiera hablar. Luffy estaba a punto de besarla. El tiempo se estaba parando para ellos. Les empezaba a envolver un silencio mágico en el que ni los pájaros, ni el mar, ni el barco emitían sonido alguno. Tan sólo se oía un silbido lejano, que iba creciendo en intensidad poco a poco...

sábado, 6 de noviembre de 2010

CAPITULO 17

Chopper y Ussop estaban inmersos en sus quehaceres. El reno había encontrado un tipo de hierbas que no aparecían en sus libros, y Ussop estaba experimentando con sus "canicas explosivas", buscando nuevas mezclas. No se dieron cuenta de la llegada de aquel visitante...
- ¿Qué hacéis?

Chopper y Ussop dieron tal respingo que casi se diría que llegaron a levitar varios metros. El reno se escondió (a su manera) en un árbol, mientras que Ussop, movido por los reflejos, le lanza una de sus canicas. El polvo resultante al estallar la bolita de metal a los pies del visitante le hizo toser.

- ¡Chicos!,- respondió aquella persona, entre toses -. ¡Soy yo! ¡Sanji!

- ¿Sanji?,- los dos amigos se calmaron. Cuando el humo se desvaneció, vieron al cocinero, con el brazo tapándose el rostro -.

- ¡Perdona, Sanji!,- se excusó Ussop, haciendo mil y un reverencias -. ¡No sabíamos que eras tú!

- ¡Pues claro que soy yo!,- exclama el cocinero, airado -. ¿Quién iba a ser si no?,- de repente se calma, mirando alrededor -. ¿Y Robin y Zoro? Me dijeron que estaban con vosotros.

- Zoro se fue a dar una vuelta,- responde Chopper, aún con el miedo en el cuerpo, más por la reacción del cocinero que por su entrada sorpresiva.

- Conociéndole seguro que se ha vuelto a perder...,- murmura Sanji.

- En cuanto a Robin, no nos hemos dado cuenta de que se había ido también,- contesta el inventor, avergonzado.

- En fin, iré a buscarles...

Sanji se disponía a buscarles, pero los otros dos le detienen.

- Pero, Sanji, ¿qué haces aquí? ¿No estabas en el barco?

- Sí, pero he decidido unirme a vosotros.

- Bueno...,- Ussop mira al médico -. Nosotros creo que ya hemos terminado, y pensábamos volver al barco cuando Zoro volviese, pero visto lo visto...

- Bueno, si queréis volver al barco, podéis iros,- les responde Sanji -. Yo buscaré a estos dos.

- Sanji,- Chopper le llamó con su tímida y dulce voz -. Este bosque es muy grande y espeso. Te puedes perder.

- ¡Eh! ¡Yo no soy tan despistado como ese cabeza de alga!,- exclama Sanji, algo enojado.

- No es que dudemos de tu capacidad de orientación,- responde Ussop, tratando de calmarle -, pero ten en cuenta que esta parte de la isla no la hemos explorado nunca, y es fácil que nos perdamos y no sepamos volver.

- ¿Me estáis diciendo que me queréis acompañar?,- pregunta tras dar un suspiro.

- No, no era eso lo que queríamos decirte,- responde Ussop, sorprendido -. Lo que queríamos decirte era que volvieses con nosotros al barco, pero viendo que estás empeñado en irles a buscar, te acompañamos. Si quieres, claro...

sábado, 30 de octubre de 2010

CAPITULO 16

- ¡Sal de ahí, quien quieras que sea, o te juro que con tu pellejo me haré una funda nueva para mis katanas!

- Baja tu arma, espadachín,- responde una voz firme y contundente, mientras un racimo de manos emanan de la roca y cogen a Zoro de las muñecas, obligándolo a bajar la espada.

- Robin,- responde Zoro, relajado -. vete. Déjame en paz.

Robin aparece de entre unos arbustos, con la mirada gacha.

- Tan sólo he venido a buscarte. Todos conocemos tus dotes como explorador.

Zoro se sienta de nuevo en sobre la roca.

- Tan sólo quería quedarme solo para pensar...

- ¿En el cocinero?

Zoro la mira sorprendido y sonrojado.

- No te incumbe...

- Sí me incumbe. Me importaís. Tú, el cocinero, el capitán... ¡Todos! Cuando estuve a punto de morir a manos de Cocodrilo, el capitán se apiadó de mí y me salvó de aquellas ruinas. Le debo mi vida. Y vosotros me aceptásteis, en mayor o menor grado, a bordo. Toda mi vida estuve sola, pero cuando os conocí a todos, la luz volvió a mi vida. Os lo debo todo...

- No me cuentes tu vida,- le interrumpe Zoro, con cierto enfado.

- Perdona... Tan sólo quería decirte que nunca tuve amigos hasta que me topé con vosotros. Por eso me intereso por vuestros sentimientos y pensamientos. Os lo debo. Espadachín, cuéntamelo. El cocinero ya lo hizo. Quiero saber tu opinión.

domingo, 24 de octubre de 2010

CAPITULO 15

Por una vez en su vida, la falta total de orientación de Zoro le hizo llegar a un paraje idílico. Cuando llegaron a las ruinas que Robin quería estudiar, Zoro decidió echar un vistazo a los alrededores, pero, como siempre, no logró retomar el camino de vuelta. En su lugar, llegó a un pequeño lago, rodeado de una maleza de un verde muy vivo. La luz del sol navegaba sobre el agua del lago, que no dejaba de ondear debido a la pequeña catarata que le surtía de agua. El silencio del lugar sólo era roto por el chapoteo del salto de agua al caer en el lago.

- Ya que no puedo volver, esperaré aquí a que me busquen los demás,- se dijo a sí mismo tras observar la quietud del lugar.

Y para poder relajarse y concentrarse en sus cosas, decidió seguir con sus prácticas ninjas, así que que se despojó de su ropa, se sentó sobre una gran roca justo debajo de la cascada y se concentró. Al cabo de un rato dejó de sentir el peso del agua sobre su cabeza, el frío en su piel, el agua cayendo sobre su espalda, el sonido de la cascada cayendo. Se evadió de sí mismo. Empezó a sentir que salía de su propio cuerpo, y se dejó llevar. Vio una luz tan blanca y brillante que, como una polilla, se sintió extrañamente atraído por ella. La siguió hasta salir de sí mismo, de su cuerpo. Ya sólo era como un alma, como una nube ligera siguiendo esa extraña luz. Creyó varias veces verse a sí mismo bajo la cascada, en la misma posición. Quería volver, pero el poder de atracción de aquella luz era increiblemente fuerte. La siguió y llegó a acercarse tanto que en un momento creyó estar dentro. Y esa luz se transformó en imágenes, imágenes de su infancia en el dojo, imágenes de Kuina, imágenes de sus trabajos como caza-recompensas, imágenes de sus compañeros, y, en especial, de Sanji. De repente, en su mente, ya sólo había imágenes de aquella noche en la roca de la playa. Asustado por aquellas visiones, abrió los ojos como si despertara de una terrible pesadilla.

- No,- pensó, con la mirada fija en el horizonte -. No puede ser que aquel momento se haya quedado en mi mente. No puede ser que aquello tenga más fuerza que mis técnicas de lucha. Aquello fue un momento, pero llevo desde mi infancia practicando mis artes de lucha. ¿Qué me está pasando?

Mientras pensaba en ello, notó un leve sonido de ramas moviéndose, y, mirando por el rabillo del ojo, tomó una de sus katanas (que había llevado consigo a la cascada) y se puso de pie, señalando con la espada en dirección de aquel sonido, con pose amenazante.

- ¡Sal de ahí, quien quieras que sea, o te juro que con tu pellejo me haré una funda nueva para mis katanas!

sábado, 16 de octubre de 2010

CAPITULO 14

Luffy seguía sentado en el mascarón de proa, pero su cabeza se hundía. Se le notaba triste. No canturreaba como solía hacer siempre. No se le iluminaba el rostro con ninguna sonrisa. Nami lo notaba y se acercó a él. Le tocó el hombro. Luffy se vuelve. La tristeza, o más bien el aburrimiento, le había conquistado.

- Luffy, ¿estás bien?

Luffy la mira triste.

- ¿Qué te ocurre?

- Tengo hambre...,- logra responder lánguidamente. Nami le da un capón en la cabeza.

- Me habías asustado,- murmura la pelirroja con cierto enfado -. Cambiando de tema, ¿has visto a Sanji?,- Nami mira la cubierta del barco, buscando.

- Sí, hace un momento he hablado con él,- Luffy vuelve a la pesca.

- ¿Y qué te ha dicho?

- Nada. Tan sólo preguntó por Zoro. Cuando le dije que se había ido, sé quedo impresionado. Creyó que había abandonado la tripulación, pero no, se ha ido a la isla, con Chopper, Robin y Usoop. Y cuando me quise dar cuenta, se había ido él también.

Cuando Luffy se vuelve para mirarla, la ve observando la costa, absorta en sus pensamientos. Su rostro es totalmente apático, sin mostrar ningún tipo de sentimiento, de mueca. El joven pirata deja la caña y vuelve a la cubierta. El sonido de sus chanclas al saltar dentro del barco es el único sonido que rompe el silencio del momento, porque Nami no oye. No oye el caminar sereno de Luffy, no oye el suave romper de las olas en la costa, no oye el crujir de las maderas del barco mecidas por el mar, no oye a su propio corazón latir nervioso.

- ¿Estás bien?,- Luffy apoya su mano en el hombro de la navegante.

Recibe la callada por respuesta. Tan sólo la mirada fija de la navegante escudriñando el horizonte.

sábado, 9 de octubre de 2010

CAPITULO 13

Nami se había quedado mirando cómo Sanji se iba del camarote. Seguia sin comprender aquella reacción tan fría de su, por otra parte, tan ardiente amante. Su sexto sentido, tan femenino, la hacía pensar que pasaba algo. ¿Acaso fuera que Sanji, tras tantos años tras ella, ahora que ella al fin se ha dejado capturar por el cocinero, éste ha perdido todo interés en ella? ¿Tal vez sea ella un nombre más en la lista de conquistas de Sanji? No. No puede ser.

Ella, cuando conoció a Sanji en aquel restaurante flotante, se enamoró al instante de él. Era guapo, elegante, un gran chef, pero, ante todo, un gran caballero. Tenía una educación impresionante (quizá derivada de su trato con los comensales del restaurante), además de una labia y una verborrea que a cualquiera le hacía temblar las piernas. Ella, en verdad, cuando lo conoció, trazó un plan de conquistarle y poder hacerse con la recaudación de aquel restaurante, pero entre las batallas que llegaron contra los marines, y luego la pelea casi a muerte entre Zoro y Mihawk, y finalmente la incorporación de Sanji al equipo la hicieron desistir.

Ya con Sanji a bordo, eran constantes los halagos del cocinero hacia ella, y la gustaba. La hacía sentirse especial, algo que nunca saboreó en su corta vida. Entre la muerte de su "madre" y el reino de terror de Escualo, y el posterior desprecio de su ciudad hacia ella cuando se alistó en su banda la hicieron sentirse como el ser más despreciable del universo. Nunca jamás sintió aquel amor y aquella bondad, nunca jamás sintió unos ojos mirándola dulcemente y no cruelmente hasta que conoció a Sanji. Hasta cuando volvió a su ciudad, tantos años después, sintió celos de su propia hermana cuando Sanji se fijó en ella. Es verdad. Cada isla que visitaban era un agrio vuelco de su corazón. Sanji era muy enamoradizo y cuando conocía una muchacha hermosa, se enamoraba locamente de ella. Y eso a Nami la desquiciaba. Pero debía guardarlo. No lo tenía que saber nadie. Ni sus compañeros, ni sus "rivales" femeninas, ni las bandas contra las que luchaban, ni Sanji. Ni siquiera ella misma.

Pero al fin, después de tanto tiempo, se dejó atrapar. Y ya pudo ser totalmente feliz. Y por eso, por seguir envuelta en esa felicidad, se levantó, se vistió y salió a la cubierta.

domingo, 3 de octubre de 2010

CAPITULO 12

Sanji salió a cubierta. El sol del mediodía se proyectaba en todo su esplendor, implacable. Pronto notó todo el poder del astro rey en su cuerpo. Aquel calor le despejaba y amodorraba a la vez. Era normal, debido a que se había pasado toda la noche en vela. Una melodía alegre le hizo volver en sí.

- ¿Qué haces?,- preguntó Sanji acercándose a la proa.

- ¡Buenos días, Sanji!,- responde alegremente Luffy, sentado en el mascarote -. Estoy pescando.

- ¿Y qué tal va?

- Aún nada,- agacha la cabeza, sonriente.

- Oye, Luffy... ¿Has visto a Zoro? Es que me gustaría hablar con él, pero...,- Sanji otea la cubierta.

- Se ha ido,- responde Luffy, secamente.

Sanji se asombra bastante. ¿Es posible que por su culpa Zoro, el rey de los espadachines, el más bravo guerrero que jamás había conocido, haya abandonado la tripulación por aquel asunto? Se sentía mal, muy mal. Tenía que habérselo callado, no comentarle nada, y ahora, por su culpa, Luffy ha perdido a una pieza clave de su tripulación.

- ¿Cómo que se ha ido? ¿Te ha dicho el por qué?

Luffy se vuelve hacia Sanji. Su semblante era serio, incluso de cierto enfado. Sus mejillas estaban hinchadas, sus cejas fruncidas.



- Se ha ido a tierra con Robin, Ussop y Chopper. Y a mí me han dejado aquí,- se vuelve a pescar -. No es justo.

Sanji respira aliviado. Tan sólo ha ido a explorar un poco la isla. Aún podía hablar con él. Mira por la borda la playa. Un gran impulso nació dentro de él. Le hacía querer saltar la borda y correr hacia la isla para buscarle y pedirle mil perdones, pero se contuvo. No quería levantar sospechas. Deseaba ir a su encuentro, pero tendría que disimular.

- Bueno,- responde Sanji, volviendo a los camarotes -. Creo que va siendo hora de preparar los ingredientes de la comida para hoy...

- ¡Sanji!,- el grito alegre del capitán le hace volverse -. ¡Carne!

- Luffy...,- responde con cierta desesperación -. No voy a cocinar carne todos los días,- Luffy vuelve a enfadarse inflando sus mejillas mientras ve al cocinero entrar en los camarotes.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

CAPITULO 11

Sanji se levanta de su cama. Se siente mal, anímicamente muy mal. Quizá por la conversación que tuvo la noche antes con Zoro.

- Era mentira,- piensa mirando al techo -. Robin mintió. Dijo que hablándolo con él me sentiría mejor, pero la verdad es que me siento peor que antes. Debería pedirle perdón, pero no creo que quiera verme en varios días. Lo mismo, por mi culpa, su técnica empeora y puede que acabe herido... o muerto. Y no sólo él, sino todos nosotros.

Cierra los ojos, apesadumbrado, pero una mano rozando su desnudo pecho le hace abrirlos de nuevo.

- ¿En qué piensas?

- ¿Eh? No es nada, tranquila Nami.

Nami apoya su barbilla en el pecho del cocinero.

- No me mientas,- le dice mientras acaricia con un dedo la nariz de Sanji -. No tengo poderes como Robin o Luffy, pero puedo leer la mente... más o menos. Y sé que tú estás pensando en algo. ¿No me lo vas a contar? Puede que así te sientas mejor.

- ¿Tú también con eso?,- pregunta Sanji, algo enfadado. Nami no sale de su sorpresa.

- Sanji... Yo...

- Necesito un poco de aire fresco,- responde secamente mientras sale de la cama y se pone unos pantalones.

El portazo asusta a Nami. Nunca antes le había visto tan enfadado. Es más, nunca antes le había visto enfadado. Es cierto que se enojaba bastante con Zoro, pero eso era medio en broma. Y también aquellas batallas cuando ella o Robin eran golpeadas o heridas, pero ese era otro tipo de enfado. Sí, ahí estaba enfadado con el contrincante, pero en aquel cuarto... ahí Sanji estaba enfadado... consigo mismo. Habí algo que le rondaba la cabeza, y Nami se sentía con la labor de averiguarlo, pero no quería que Sanji se enfadara con ella. Los dos estaban bien, estaban juntos. Después de tantos años al fin se había consolidado el amor que entre ellos había, al fin ella misma, Nami, la pelirroja, la bella ladrona, la intrépida navegante, había caído rendida a sus pies. Y estaba muy a gusto con él. Por eso, el corazón le decía que investigara, pero la mente le respondía que le dejara. Necesitaba consejo, pero no quería que sus amigos pensaran que había algo mal en su relación. ¿Qué podía hacer? ¿Qué debía hacer?

jueves, 23 de septiembre de 2010

CAPITULO 10

- ¿Estás mejor?,- le susurra Sanji, aún inmersos en el abrazo.

- Sí, un poco...,- murmura el peliverde.

- ¿Sabes qué?,- Zoro le mira -. Creo que ya te puedo levantar el castigo,- y le enseña una botella de sake que él mismo había traído de la fiesta cuando fue a buscarle. Zoro, con una pequeña sonrisa en la boca, toma la botella y echa un pequeño sorbo. Sanji le arrebata la botella y bebe, con más ganas que su amigo. Se miran a los ojos y un irresistible deseo de reír les invade. Caen al suelo poseídos por una cascada de carcajadas sin sentido.

- Gracias Sanji,- responde Zoro cuando consiguen dominarse -. En verdad necesitaba hablar de ello. Seguro que Kuina estará feliz allá donde esté de verme reír.

- Si al final el frío guerrero tiene su corazoncito, ¿eh?,- se burla Sanji.

- Cocinero...,- Zoro le amenaza, medio en serio, medio en broma, con una de sus katanas a punto de desenvainar. Sanji posa su mano en la de Zoro, en clara señal de envainar.

- Perdona Zoro, era una simpel broma. No me mates por eso.

- He matado por menos. Una vez maté a un cocinero por servirme la comida fría.

- Pues esta vez intentaré que la comida esté lo bastante caliente para ti,- ríen mientras se sientan en el suelo y se pasan mutuamente el sake.

- La luna está muy brillante...,- susurra Zoro. Sanji le mira, incrédulo -. Me recuerda a Kuina,- los ojos del espadachín se humedecen. Sanji, comprendiendo, le rodea los hombros con su brazo.

- Recuerda que siempre tendrás amigos junto a ti.

Zoro se vuelve a él. Le mira fijamente en su ojo visible. La luna se reflejaba en aquella misteriosa pupila. Su albino destello le hipnotizó de tal manera que una fuerza desconocida comenzó a poseerle. Quería perderse para siempre en aquel reflejo tan hipnótico que empezó a acercarse a él. Tanto se acercó que sus labios entraron en contacto con los de Sanji. Ambos, a pesar de saber lo que estaba pasando, no le pusieron remedio, y se dejaron llevar por aquellas nuevas sensaciones que comenzaron a experimentar, sensaciones que, como un remolino, les subyugaban sin remedio a escapar. Y en aquel remolino no tenía cabida la ropa.

*Fin flashback*


- ¡No!,- responde Zoro, deteniéndose a escasos milímetros de la boca de su amigo. Se separa de él. Sanji, cabizbajo y con una tímida sonrisa asomando en su rostro, se resigna.

- Lo sabía,- murmura el cocinero.

- Sanji, no puede ser,- continúa el espadachín, sin haber oído el murmullo de su amigo -. Lo que sucedió aquella noche fue por culpa del alcohol. Jamás debió ocurrir. Además, tú estás con Nami. Después de tanto tiempo, al fin conseguiste que esté contigo. Y no quiero estropearlo por una tontería de adolescente. Sanji,- le toma de las manos. Éste le mira a los ojos -. Somos amigos, a pesar de nuestras disputas de todos los días, y así te quiero. No rompamos esa maravillosa amistad que hay entre nosotros dos. Es mejor así.

Y con gran pesadumbre, Zoro se levanta y se aleja de él.

sábado, 18 de septiembre de 2010

CAPITULO 9

Sanji se quedó de piedra al oír la confesión de Zoro. Sus lágrimas reforzaban la veracidad de sus palabras. ¿Estaba enamorado de Kuina? Eso jamás lo contó. Quizá porque era un guerrero, y los guerreros jamás exteriorizaban sus sentimiento. Eso era síntoma de debilidad. Y un guerrero débil es un guerrero derrotado. ¿Por eso esa apatía? ¿Por eso nunca apenas hablaba con ellos, ni con nadie? Sanji reacciona y va a abrazarle, pero Zoro le da la espalda.

- Déjame solo,- responde secamente.

- Zoro... yo...

- Vete,- contesta entre sollozos.

Sanji, cabizbajo, se levanta y se dispone a abandonar la roca, pero cuando se vuelve a echarle un último vistazo, le ve saboreando el interior de la botella de un gran trago. Sanji recibe entonces una orden de su subconsciente, y la lleva a cabo. Se vuelve hacia su amigo, camina firme hasta llegar a él, le quita la botella y la tira lejos, oyéndose al poco un lejano chapoteo.

- ¡Eh! ¡Ese sake es mío!,- exclama, enfadado, Zoro, al tiempo que se levanta y queda cara a cara con su amigo.

- ¡No, Zoro! ¡Tú eres del sake!

- ¿A qué te refieres, cocinitas?

- Te estabas dejando capturar por los cantos de sirena del alcohol. No puedes ni debes abandonarte así. Vale, siento mucho lo de Kuina, pero eso no es motivo para perderse en la bebida. Eres un guerrero fuerte, ágil, valiente. ¡Eres el más grande guerrero que jamás haya visto! Y eso te lo dice alguien que no te aguanta ni en pintura. ¡Imagina lo que te dirían los que te idolatran!

- Maldito rubiales...,- susurra entre dientes Zoro.

- Escúchame bien, "marimo". Perdiste a tu gran amor, pero no te pierdas tú. Nos tienes a nosotros. Tienes a Luffy, a Usoop, a Nami... Nos tienes a nosotros. Y nada ni nadie en este mundo lo puede evitar.

Sanji posa su mano en el hombro de su amigo, pero éste se da la vuelta violentamente. Sanji le voltea, quedando de nuevo los dos cara a cara.

- Escúchame Zoro. Yo también perdí a gente que amaba cuando era pequeño. Perdí a mis padres en un abordaje. Pero me salvé. Y no hay día que pase sin que le dé gracias a Dios. A Él y a Zeff, quien, a pesar de haber sido el causante de la muerte de mis padres, me acogió y me enseñó todo lo que sé, tanto de cocina como de lucha.

Al acabar, Zoro derrama otra lágrima y se abraza a Sanji, desahogándose en su pecho. El cocinero le abraza fraternalmente y dejan que el murmullo de la marea bajando les envuelva.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

CAPITULO 8

- Per...perdona Zoro... No quería...,- los gimoteos de Zoro no le dejan continuar. Le abraza con gran timidez mientras su amigo se autoconsoloba sobre su hombro. Y así estuvieron durante bastante tiempo. Sin hablar. Ni falta que hacía.

Sanji estaba sorprendido por la reacción de su amigo. Jamás mostraba sus sentimiento, pero había bebido toda una botella de sake él solo. ¿Cuando se emborrachaba se volvía más sociable? Sanji sabía que Zoro le tenía gran estima a Kuina. Recuerda que, hace tiempo, oyó a Zoro hablar en sueños de esa chica. Cuando despertó le preguntó, y Zoro empezó dando largas, pero acabó confesando. Parece ser que Kuina era una chica, amiga suya, hija de su profesor en el dojo. Era poco más mayor que él, y, aunque nunca lo admitió, sin duda era muy fuerte, más que cualquier otro chico del dojo, más fuerte que él mismo. Y debido a su propia cabezonería, empezó a practicar día y noche para poder vencerla. Lamentablemente la enfermedad era la única rival más fuerte que Kuina, y jamás pudo llevar a cabo esa pelea que tenían pactada los dos. Y como promesa hacia ella, Zoro juró que sería el más grande espadachín de todos los tiempos.

- Zoro...,- logró decir al fin el cocinero -. Lamento haberte mentado a Kuina... Yo...

Zoro se levanta y le mira fijamente a los ojos.

- Tranquilo. Has hecho bien. Su recuerdo me hace recordar la promesa que le hice. Debo entrenar más.

- ¿Quizá por ella te está pasando esto?

- No lo sé...-, desvía la mirada.

- No sé qué es ese sentimiento que te inunda. No sé qué es tener un amigo como lo fue Kuina para ti. Ya sabes que me pasé toda mi vida en el Baratie, criado entre cacerolas y alimentos, y nunca llegué a tener un sentimiento tan grande como el tuyo hacia mis compañeros del restaurante. Sí. Lloré cuando me uní a Luffy, pero porque les tenía gran aprecio, pero...

- Pero no lo entiendes,- le interrumpe el espadachín -. Kuina era más que una amiga para mí...

- ¿Cómo? Ah... Comprendo. Al ser la hija de tu profesor era como tu hermana...
- No. Mucho más.

- Ahora sí que no te sigo.
- ¿Es que no sabes leer entre líneas?,- Zoro empezaba a desesperarse -. ¡Estaba enamorado de ella!






lunes, 30 de agosto de 2010

CAPITULO 7

Sanji cerraba los ojos. Se dejaba envolver en aquel aliento que tiempo atrás le hipnotizó, (con ayuda del alcohol). Viajó a través del tiempo, reviviendo aquella noche...

*Flash back*

Una gran hoguera, cuyas lenguas de fuego luchaban por alcanzar en vano el cielo, alumbraba sobremanera la playa. Los lugareños celebraron una gran fiesta en honor a aquella atípica tripulación de jóvenes que, con más maña que fuerza (y cierta ayuda sobrenatural), lograron derrotar a aquella banda de delincuentes y asesinos que llevaban años aterrándolos. Los habitantes de aquella isla llamada "del Volcán" ya sólo debían temer a la montaña que en cualquier momento escupiría la lava que durante siglos guardaba en su interior.

La noche avanzaba y Chopper, Usoop y Luffy seguían bailando divertidos, mientras sus espectadores reían y les acompañaban con aplausos rítmicos. Nami y Robin estaban sentadas, sonrientes. Sanji intentaba enamorar a todas las muchachas del pueblo, viendo que cada una era más hermosa que la anterior. Sin duda, el alcohol le ayudaba a ser más extrovertido. Pero la borrachera se le pasó pronto al darse cuenta de que algo fallaba en aquel cuadro. Faltaba una persona.

Abandonando la fiesta y adentrándose en la oscuridad de la playa, llegó hasta una roca que se elevaba sobre la orilla. La música se oía lejana, como un suave murmullo. Sanji vio una figura sentada sobre la roca, tomando grandes tragos de una botella. Era una noche cerrada, la luna apenas alumbraba, pero aun así Sanji pudo reconocer el pelo verde del sedentario.

- Zoro, ¿no te vienes a la fiesta? ¡Está en su apogeo!

Zoro no se mueve. Sanji se pone serio.

- Zoro... ¿Estás bien?

- Sí,- responde éste, secamente, sin volverse a su interlocutor.

- ¿Entonces?

- Quiero estar solo.

- ¿Seguro que no te pasa nada?,- Sanji comienza a escalar la roca para llegar junto a su amigo.


- Sanji, déjame sólo.


El cocinero se sienta a su lado.


- ¿Por qué esa cara? Ah... Es por la batalla, ¿no?,- Zoro callaba -. No te preocupes. Eran más diestros que nosotros. Mírame a mi...,- dice, levantando la pernera de su pantalón y mostrando un pequeño torniquete en su pierna -. Sin duda, Chopper es un gran médico.


- Pero eso no es más que un rasguño...,- murmura Zoro, sin dignarse siquiera a mirar las vendas de su pierna. Zoro se mira el cuerpo y acaricia las vendas que oprimen su pecho y su abdomen.


- Zoro, no te obsesiones,- le dice Sanji, posando su mano en su hombro -. Recuerda que acabaste herido de muerte en multitud de batallas. Y en muchas de ellas nuestros contrincantes eran más débiles que nosotros incluso.


Zoro vuelve el rostro. Un guerrero jamás revela sus sentimientos a nadie, ni siquiera a sus amigos. Ni siquiera a uno solo, en la más acogedora intimidad. Sanji le vuelve el rostro, pero Zoro quiere que la lágrima que nacía de sus ojos terminara de salir para que el cocinero no le viera, pero no lo logra y Sanji le retira la lágrima con el dedo.


- Zoro, tranquilo. Todo tiene solución.


- ¿Cuál, Sanji?


- La práctica. Sigue practicando tus ataques y tus técnicas y serás el mejor espadachín del mundo. Yo tengo fe en ti .- Zoro muestra una tímida sonrisa -. Hazlo por mí, por nuestros amigos, por Kuina.


Al oír ese nombre, Zoro mira fijamente la luna que sobre ellos se levantaba y termina por desplomarse sobre el hombro de su amigo, quien lo abraza tiernamente.

domingo, 29 de agosto de 2010

CAPITULO 6

- Zoro... Tranquilízate...

Sanji sentía su sangre helarse. Tenía miedo, el miedo que sólo Zoro era capaz de crear con una sola mirada. Esa mirada. La mirada que sólo ponía el espadachín justo antes de entrar en batalla. La punta de la katana rozaba su cuello. Sanji, lentamente, puso su dedo sobre la hoja y fue bajándola poco a poco.

- Tenemos que hablarlo...

La mirada de Zoro era muy penetrante. Notaba que esa mirada le dolía más en el alma que cualquier corte en su cuerpo de la katana.

- Escúchame y cálmate,- le explica, con la katana en posición relajada -. Si no lo hablamos, podría ser peor. Podríamos llegar a una pelea y seguir tú igual o peor de desconcentrado. Es más, lo mismo podrías acabar herido... o muerto.

Zoro seguía en silencio.

- Zoro, hazme caso. Yo necesito hablarlo. Me quema por dentro el ver que esto pueda llegar a romper nuestra amistad.

Zoro suelta su katana, dejándola caer a la cubierta al tiempo que una lágrima la acompaña. De repente, le da la espalda a Sanji. Éste se acerca y la toma por los hombros.

- ¿Estás bien?

- Sanji, desde el primer día te tomé por un hermano. Por mi hermano. Aquel que nunca tuve. No quiero que nuestra amistad se vaya por la borda por una tontería.

- Zoro, no fue ninguna tontería...

Zoro se vuelve.

- ¡Sanji, estábamos borrachos! ¡No éramos conscientes de nuestros actos!,- nuevamente le da la espalda, cabizbajo -. No. No quiero. Fue algo que nunca debió de suceder...

- Zoro,- Sanji le voltea para sí -. Mírame. Sé que no estaba dentro de nuestros planes, pero surgió. Y seguro que es por algún motivo...

Sanji y Zoro tenían sus rostros muy cercanos. Sanji levantaba el rostro de su amigo con la mano. Durante unos segundos se perdieron en los ojos del otro. Entonces, Zoro reacciona de improviso, alejándose torpemente del cocinero.

- No, Sanji. No. No puede ser.

- ¿Por qué?

- Somos dos hombres. Va "contra natura". Además, ¿qué pensarían los demás?

- Creo que ya lo saben...,- Zoro se asusta -. O al menos uno ya lo sabe.

- ¿Quién?,- exclama aterrado.

- Robin. Me acaba de decir que nos vio aquella noche...

Zoro, desesperado, se deja caer sentado, con la mano en la frente y la mirada abierta y vacía.

- No, no, no...,- repetía sin cesar para sí -. Esto está mal. ¡Muy mal!

Sanji se arrodilla delante de él.

- Zoro, escúchame. Sólo hay una manera de comprobar si lo que hicimos aquella noche estuvo bien o no.

Sanji le levanta el rostro. Se miraron fijamente a los ojos. Sanji los cierra lentamente, Zoro cierra los suyos con fuerza. El guerrero notaba el aliento de su amigo en el rostro. Se acercaba cada vez más...

sábado, 28 de agosto de 2010

CAPITULO 5

Sanji abre la puerta. El sol le deslumbra. La cubierta estaba desierta, salvo por una figura, apoyada en la baranda de la borda. Su cuello se hundía entre sus hombros mientras observaba el mar. Sanji, parado en el momento en que lo vio, se adelanta poco a poco hasta esa figura.

- Debo ser valiente,- se dice a sí mismo mientras avanzaba -. Somos amigos, y los amigos se lo cuentan todo.

A medida que se acercaba, comenzó a invadirle un sudor frío que le recorría toda la espalda.

- Hola Sanji.

Sanji se queda quieto a apenas un paso de la figura. Le había oído avanzar. Con la sorpresa aún en sus ojos, se apoya en la borda, a su lado.

- Hola...,- tartamudea el cocinero -. ¿Qué haces aquí? ¿No deberías de estar....?

- No me podía concentrar,- no le deja terminar la frase.

Un incómodo silencio les rodea.

- Vamos Sanji,- piensa de nuevo -.Tienes que hablarlo. Si no lo sacas ahora, nunca lo podrás hacer.

Sanji cierra los ojos, toma aire y se vuelve.

- Ten... tengo que decirte una cosa...

- No,- le responde secamente.

- ¡Pero si no sabes lo que es!

- Lo sé... Es sobre lo que nos pasó en la Isla del Volcán, ¿verdad?,- Sanji no sale de su sorpresa. ¿Cómo supo que era eso de lo que quería hablar? -. No te sorprendas... Se te nota en la mirada, Sanji. Desde aquel día estás diferente. Y yo también. Ya no me concentro como antes. Además, esto me está afectando a la hora del enfrentamiento. Ya no soy como antes. Mis técnicas han bajado mucho en cuanto a calidad... ¿Te acuerdas de la batalla que tuvimos contra la tripulación de Coyote Loco?

- ¡Eso fue tres meses después!

- Pues incluso hoy me afecta.

- A mí también me afecta. Por eso creo que es bueno que lo hablemos...

- No hay nada que hablar...,- le da la espalda a Sanji y se aleja de él lentamente.

- Pero...

- ¡Estábamos borrachos! ¿Vale?,- una mezcla de miedo e ira invadió su grito.

- ¡Lo sé! Pero...

- ¡Sanji! ¡No! ¡No quiero hablarlo! ¡Ni recordarlo! ¡No!

- Vamos a hablarlo, ya verás cómo al final...

- ¡He dicho que no!

Un rápido movimiento y Sanji se vio amenazado por una katana a pocos milímetros de su cuello.

- ¡Zoro!

jueves, 19 de agosto de 2010

CAPITULO 4

- Verás....,- la vergüenza hacía mella en la voz del cocinero. Estaba absorto en sus propias ideas. Tanto, que no dio importancia al racimo de manos que nacían de la nada para dejar el libro que estaba leyendo Robin en una estantería. Otras dos manos salieron del respaldo de la silla para relajar los tensos hombros del rubio muchacho.

- Tranquilo,- le dice Robin, impertérrita -. Sé lo que me vas a decir.

Sanji la mira sorprendido.

- ¿Lo... lo sabes?,- tartamudea él.

Robin afirma moviendo ligeramente la cabeza al tiempo que muestra una sonrisa cálida y relajante.

- No hace falta que te esfuerces en decírmelo,- continúa la arqueóloga -. Soy la mayor del grupo, y prácticamente sé lo que pensáis en cada momento. Os comprendo. Me siento como vuestra madre. Sanji, sé lo que me vas a contar. Es sobre lo ocurrido hace unas semanas, en la Isla del Volcán, ¿verdad? ,- el sonrojo aparece en las mejillas de Sanji al tiempo que éste vuelve el rostro, avergonzado -. Os vi. Sí, os vi a los dos. Y sé que tú piensas que aquello estuvo mal, porque sois amigos, y esa amistad que tanto os ha costado construir se pueda perder por una tontería, pero...

- ¡No fue ninguna tontería!,- Sanji se levanta tan rápido, que hace caer la silla al suelo. Robin se sorprende de su reacción -. Fue algo maravilloso. Fue increíble. Nunca antes viví algo tan inmenso en mi vida,- la mirada de Sanji brillaba como el sol -. ¿No lo entiendes, Robin? ¡Eso es amor!

- Lo comprendo, Sanji,- Robin se levanta para calmarle y le hace sentarse, mientras más manos nacen del suelo y levantan la silla -. Pero has de entender que no os conviene. A ninguno de los dos.

- ¿Y no crees que yo también lo he pensado? Pero aun así, creo que sigo enamorado... Trato de echarlo de mi mente, pero al poco vuelve, como un búmeran. Y creo que tengo el deber de hablarlo... No quiero perder su amistad.

- ¿Quieres oír mi consejo?,- Sanji le presta toda su atención -. Haz lo que creas conveniente,- y un nuevo racimo de brazos le acercan a la mujer otro libro.

- ¿Y ya está?,- Sanji no parecía muy convencido con la respuesta de su amiga.

- Es lo mejor que puedo hacer,- Robin empezó a leer su libro.

- Pero has dicho que nos viste... ¿No podrías interceder por mi?

- Sanji,- Robin no apartaba su mirada del libro -. No es asunto mío. Sería peor si me entrometiera, ¿no crees? ¿Qué pensaría...?

- Así que debo enfrentarme yo solo...,- Sanji la interrumpe, cabizbajo. Robin afirma con la cabeza, mirando a Sanji tiernamente. Éste se levanta, con cierta pesadumbre, y sale del camarote. Al salir, cierra la puerta, se apoya en la espalda, suspira, mira otra puerta, y se acerca a ella para abrirla.

domingo, 15 de agosto de 2010

CAPITULO 3

Al salir, la brisa marina que empezaba a ondear en el ambiente le acariciaba en el rostro, y la sal que llevaba en suspensión se coló en sus labios. Su flequillo bailaba al son que ese viento marcaba, como un dictador marca las leyes. Sanji miraba el puente del barco como buscando a alguien. Comenzó a andar. Sus pies le llevaban errante sin tener poder sobre ellos. Se dejaba guiar inconscientemente.

Su cabeza le daba vueltas, se mareaba sobre lo que tenía que hacer. No lo podía guardar más tiempo para sí y debía hablarlo. Pero sus piernas temblaban. Se imaginaba la escena, se lo imaginaba delante, y por eso el cuerpo respondía con temblores. Al bajar por la pequeña escalinata del barco, se tuvo que parar y apoyarse en la barandilla. Se llevó una mano al rostro mientras cierra los ojos.

- Tranquilo Sanji,- se dice a sí mismo -. Tienes que hacerlo. Si no lo haces, si te lo sigues guardando para ti, entonces ya no habrá forma de sacarlo y será mucho peor.


Abre los ojos, endereza su cuerpo, como si su capitán estuviera pasando revista, toma una gran bocanada del salado aire y da el primer paso de su idea.

Sigue andando por la cubierta del barco hasta llegar a la puerta de los camarotes. Cada paso que da los nervios le debilitan las rodillas, pero él sigue firme en su propósito. Hay varias puertas, que da a diversos camarotes. Se queda delante de una de ellas. Está a escasos milímetros. La mira fijamente. No se atreve a llamar. No se atreve a hablar. Se lo piensa una vez, dos, tres... Y sigue sin atreverse. Entonces, como vencido por su propio temor, decide darse media vuelta, pero la puerta se abre. Sanji mira.

- Hola Sanji. ¿Querías algo?

Una figura sentada delante de él le hablaba con voz serena.

- Sí. Bueno... no. No lo sé...

- ¿Indeciso? ¿Te pasa algo?

- Verás... Es que yo...

- Pasa. No te quedes fuera.

Sanji entra con paso titubeante en el camarote. Cuando se queda delante de esa figura, una silla se le acerca por detrás.

- Toma asiento,- Sanji obedece -. ¿Y bien? ¿En qué puedo ayudarte?

- Tengo que hablar contigo... Robin-chan...

miércoles, 11 de agosto de 2010

CAPITULO 2

Sanji echó todas las especias que pudo en la comida, pero ninguno de aquellos olores amortiguaba el aroma que le golpeaba en el cerebro. Sin darse cuenta, se puso una de sus camisas. Cuando se dio cuenta, se puso una propia, pero aquel aroma penetró tanto en su nariz y en su cuerpo que le llegaba a marear. Decidió entonces dejar su mente en blanco y centrarse en la comida. Se notaba que tenía maña en la cocina, no en vano fue el maitre del restaurante de aquel viejo lobo que le crió como un hijo.

Cuando ya estaba todo a punto, se dirigió a la puerta y gritó a sus compañeros

- ¡A comer!

Todos se volvieron.

Sanji apenas terminó de llamarles cuando dos cuerdas elásticas anclaron en la borda del barco. Sanji se asustó. Se quedó petrificado. Al final de esas cuerdas había un cuerpo que se acercaba muy rápido, como volando, hasta que choca con él. Sanji cae al suelo por el impulso. Se lleva la mano a la cabeza. Encima suya estaba Luffy, con su inocente sonrisa. Le miraba a los ojos.

- ¿No podrías relajarte un poco más cada vez que te llamo a comer?,- Sanji estaba enfadado.

- Perdona Sanji, pero es que tengo mucha hambre.

Luffy corre a sentarse en la mesa. Sanji se levanta, ayudado por una nube de brazos que salen de la cubierta.

- Gracias, Robin-chan,- responde Sanji a su amiga, en la orilla, con los brazos cruzados hacia arriba y los ojos cerrados.

Chooped y Usoop llegan corriendo a la cubierta. Nami, Zoro y Robin se toman su tiempo. Sanji ayuda a las dos mujeres a subir. Zoro da un salto para abordar el barco. Todos entran en el comedor. Nami, Sanji, Robin y Zoro entran con asombro.

- Chicos, dejadnos algo a nosotros para comer,- reprende Nami.

Luffy, Chooped y Usoop estaban despachando la comida servida en un abrir y cerrar de ojos.

- Chicos...,- Nami insistía.

Zoro se adelanta, en silencio y con parsimonia. Se adelanta hasta la mesa, delante de sus hambrientos compañeros. Con tranquilidad, separa unos milímietros la empuñadura de una de sus katanas de la vaina. Y en un movimiento rápido, clava la katana en la mesa, a escasos centímetros de los otros tres. Éstos dejan de comer al momento, con el rostro asustado. Levantan su rostro hasta llegar al de Zoro. Éste seguía tranquilo, aunque se veía ciertos amagos de enfado.

- Gracias Zoro,- responde Robin al pasar a su lado para sentarse. Zoro se sienta a su lado. Sanji retira cortésmente la silla de delante de Robin. Nami se sienta y le da las gracias. Sanji sirve la comida. Nami da una palmada cuando Sanji le sirve. Su rostro se ilumina.

- ¡Se ve delicioso, Sanji-kun!

- Gracias, Nami-chan.

Todos comen mientras rien las gracias de Luffy, Chooped y Usoop. Nami y Robin sonríen, Zoro dibuja en su rostro la desesperación, y Sanji les recrimina sus gracias.

No hay nada como una comida entre amigos. Las conversaciones fluyen como el cauce de un río, se divierten, planean el día, discuten qué hacer el siguiente... Cuando el sol ya abandona su verticalidad, los comensales se desplega sobre el barco. Nami va su camarote a revisar las cartografías, Robin acude a la biblioteca a seguir leyendo aquél libro que tanto la está absorbiendo, Zoro sube a lo alto del mastil a hacer guardia, Usoop baja a la bodega a seguir con sus inventos y sus armas, Chooped va a la pequela enfermería del barco a probar ciertos experimentos con una planta extraña que ha encontrado en la isla donde están anclados, Luffy..., bueno, Luffy está en una hamaca. Y Sanji termina por recoger la mesa y lavar los platos. Cuando acaba, suspira.

- Tengo que decírselo,- piensa. Entonces se levanta de la silla donde estaba sentado pensando y sale del comedor.

sábado, 7 de agosto de 2010

CAPITULO 1

Voy a ver si puedo hacer un fic sobre One Piece (no sé si alguien reconocerá ese anime, pero a mi me encantó, aunq seguí viendolo en VOS, pero hace un tiempo q lo dejé). A ver qué tal se me da:

Capítulo 1:

Los rayos del sol se colaban por entre las espacios que dejaba la madera. Uno de los rayos impactó sobre sus ojos. Estaba a gusto, no quería abrirlos, pero la intensidad de la luz le obligaba. Lo primero que vió era la hamaca de arriba. Ligera. Ya se había levantado. Él se sentía aún en un sueño. Un sueño que volvía hacia él. Su hamaca seguía meciéndole en un vaivén suave, como queriendo hacerle recordar sus primeros años de vida. De repente, empezó a vislumbrar un angelical rostro. Un rostro lleno de dulzura, y cuyos ojos se iluminaban en una amable sonrisa.

- Madre...

Pero no, no era ella, sino las olas del mar, que bailaban una danza lenta con el barco. El sonido agradable de las olas se fundía con el sonido áspero de las maderas del barco, formando una sinfonía de crujidos y agua.

Empezó a notar calor. Un calor seco, pero agradable. Un calor que le amodorraba nuevamente, pero unas voces juguetonas le volvieron a desvelar. Sonrió. Bostezó. Se estiró. Cuando creyó estar ya despejado, se sentó sobre su hamaca un rato. La sal del mar se encontraba en el ambiente, y su boca pedía el contacto del agua. Se pone de pie. La aspereza de la madera hizo contacto son sus pies. Se adelantó a la ventana y la abrió. El sol al fin pudo invadir aquella estancia en su totalidad. Durante medio segundo le cegó, pero él supo adaptarse a esa claridad. Notaba aquel sol sobre su piel.

- ¡Sanji!

Sanji apartó su flequillo para poder ver quién le llamaba. Y ahí estaban ellas, Nami y Robin, sus dos chicas favoritas, en bikini, jugando al voleibol con una pelota de playa, metidas en el mar hasta la cintura. Nami le saludaba agitando vivamente el brazo. Robin se dio la vuelta (pues estaba de espaldas a él) y sonrió. Esta mujer no se quitaba su sombrero ni en el agua. Sanji sonrió, apoyando sus brazos en el alféizar de la ventana. Siguió observando aquella playa donde estaba el Sunny anclado. Luffy estaba haciendo castillos de arena. Lo admitiera o no, Luffy seguía siendo un niño. Chopped seguía con sus investigaciones médicas. Sanji no recuerda haberle visto ni una sola vez sin su libreta. Usoop desarmaba y rearmaba sus inventos. De acuerdo, Sanji admitía que era un cobarde, pero sus armas e inventos les han salvado más de mil veces de un gran apuro. Y Zoro. Estaba sentado sobre una roca, piernas y brazos cruzados, ojos cerrados y con sus espadas en el flanco, alejado de los demás. Cualquiera que no le conociera pensaría que estaba dormido, pero Sanji y los demás sabían que estaba concentrándose y ejercitándose. Por eso no le molestaban cuando Zoro comenzaba.

Sanji se quedó un rato mirando el paisaje, hasta que de repente se incorpora.

- Será mejor que vaya preparando el desayuno,- piensa, mientras se pone una camisa corta abierta, dejando ver su suave y blanco pecho.