miércoles, 29 de septiembre de 2010

CAPITULO 11

Sanji se levanta de su cama. Se siente mal, anímicamente muy mal. Quizá por la conversación que tuvo la noche antes con Zoro.

- Era mentira,- piensa mirando al techo -. Robin mintió. Dijo que hablándolo con él me sentiría mejor, pero la verdad es que me siento peor que antes. Debería pedirle perdón, pero no creo que quiera verme en varios días. Lo mismo, por mi culpa, su técnica empeora y puede que acabe herido... o muerto. Y no sólo él, sino todos nosotros.

Cierra los ojos, apesadumbrado, pero una mano rozando su desnudo pecho le hace abrirlos de nuevo.

- ¿En qué piensas?

- ¿Eh? No es nada, tranquila Nami.

Nami apoya su barbilla en el pecho del cocinero.

- No me mientas,- le dice mientras acaricia con un dedo la nariz de Sanji -. No tengo poderes como Robin o Luffy, pero puedo leer la mente... más o menos. Y sé que tú estás pensando en algo. ¿No me lo vas a contar? Puede que así te sientas mejor.

- ¿Tú también con eso?,- pregunta Sanji, algo enfadado. Nami no sale de su sorpresa.

- Sanji... Yo...

- Necesito un poco de aire fresco,- responde secamente mientras sale de la cama y se pone unos pantalones.

El portazo asusta a Nami. Nunca antes le había visto tan enfadado. Es más, nunca antes le había visto enfadado. Es cierto que se enojaba bastante con Zoro, pero eso era medio en broma. Y también aquellas batallas cuando ella o Robin eran golpeadas o heridas, pero ese era otro tipo de enfado. Sí, ahí estaba enfadado con el contrincante, pero en aquel cuarto... ahí Sanji estaba enfadado... consigo mismo. Habí algo que le rondaba la cabeza, y Nami se sentía con la labor de averiguarlo, pero no quería que Sanji se enfadara con ella. Los dos estaban bien, estaban juntos. Después de tantos años al fin se había consolidado el amor que entre ellos había, al fin ella misma, Nami, la pelirroja, la bella ladrona, la intrépida navegante, había caído rendida a sus pies. Y estaba muy a gusto con él. Por eso, el corazón le decía que investigara, pero la mente le respondía que le dejara. Necesitaba consejo, pero no quería que sus amigos pensaran que había algo mal en su relación. ¿Qué podía hacer? ¿Qué debía hacer?

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