jueves, 23 de septiembre de 2010

CAPITULO 10

- ¿Estás mejor?,- le susurra Sanji, aún inmersos en el abrazo.

- Sí, un poco...,- murmura el peliverde.

- ¿Sabes qué?,- Zoro le mira -. Creo que ya te puedo levantar el castigo,- y le enseña una botella de sake que él mismo había traído de la fiesta cuando fue a buscarle. Zoro, con una pequeña sonrisa en la boca, toma la botella y echa un pequeño sorbo. Sanji le arrebata la botella y bebe, con más ganas que su amigo. Se miran a los ojos y un irresistible deseo de reír les invade. Caen al suelo poseídos por una cascada de carcajadas sin sentido.

- Gracias Sanji,- responde Zoro cuando consiguen dominarse -. En verdad necesitaba hablar de ello. Seguro que Kuina estará feliz allá donde esté de verme reír.

- Si al final el frío guerrero tiene su corazoncito, ¿eh?,- se burla Sanji.

- Cocinero...,- Zoro le amenaza, medio en serio, medio en broma, con una de sus katanas a punto de desenvainar. Sanji posa su mano en la de Zoro, en clara señal de envainar.

- Perdona Zoro, era una simpel broma. No me mates por eso.

- He matado por menos. Una vez maté a un cocinero por servirme la comida fría.

- Pues esta vez intentaré que la comida esté lo bastante caliente para ti,- ríen mientras se sientan en el suelo y se pasan mutuamente el sake.

- La luna está muy brillante...,- susurra Zoro. Sanji le mira, incrédulo -. Me recuerda a Kuina,- los ojos del espadachín se humedecen. Sanji, comprendiendo, le rodea los hombros con su brazo.

- Recuerda que siempre tendrás amigos junto a ti.

Zoro se vuelve a él. Le mira fijamente en su ojo visible. La luna se reflejaba en aquella misteriosa pupila. Su albino destello le hipnotizó de tal manera que una fuerza desconocida comenzó a poseerle. Quería perderse para siempre en aquel reflejo tan hipnótico que empezó a acercarse a él. Tanto se acercó que sus labios entraron en contacto con los de Sanji. Ambos, a pesar de saber lo que estaba pasando, no le pusieron remedio, y se dejaron llevar por aquellas nuevas sensaciones que comenzaron a experimentar, sensaciones que, como un remolino, les subyugaban sin remedio a escapar. Y en aquel remolino no tenía cabida la ropa.

*Fin flashback*


- ¡No!,- responde Zoro, deteniéndose a escasos milímetros de la boca de su amigo. Se separa de él. Sanji, cabizbajo y con una tímida sonrisa asomando en su rostro, se resigna.

- Lo sabía,- murmura el cocinero.

- Sanji, no puede ser,- continúa el espadachín, sin haber oído el murmullo de su amigo -. Lo que sucedió aquella noche fue por culpa del alcohol. Jamás debió ocurrir. Además, tú estás con Nami. Después de tanto tiempo, al fin conseguiste que esté contigo. Y no quiero estropearlo por una tontería de adolescente. Sanji,- le toma de las manos. Éste le mira a los ojos -. Somos amigos, a pesar de nuestras disputas de todos los días, y así te quiero. No rompamos esa maravillosa amistad que hay entre nosotros dos. Es mejor así.

Y con gran pesadumbre, Zoro se levanta y se aleja de él.

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