sábado, 1 de enero de 2011

CAPITULO 25

Nami estaba aterrada. Le temblaba todo el cuerpo. Había visto muy de cerca la muerte. Es verdad que habia participado en multitud de batallas y en muchas de ellas estuvo a punto de perder la vida, pero aquella fue diferente... Pensar en que sería su final y que no volvería  a ver a Sanji era lo único que le rondó la cabeza en aquellos momentos. El estar por fin con Sanji la cambió la vida por completo. Y el ver que Sanji acudió a su lado cuando derrotaron a Tony "el Calamar", notar aquel abrazo tan verdadero, oírle casi sollozando, le puso la piel de gallina. Pero lo que la descuadró fue que, de repente, la dejara sin más y se fuera corriendo. ¿A dónde iria con tanta prisa? ¿Qué habría en ese momento más importante que estar con ella, aliviarla de tan terrible suceso? ¡Estuvo a punto de morir! ¿Y Sanji se larga sin más, dejándola sola en cubierta? Quería una explicación, y le siguió sin que el cocinera la notara.

Le sigue por el interior del barco hasta que le ve entrar en un camarote. Con el corazón latiendo fuertemente, se acerca lentamente a la puerta.

- Este es el camarote de Zoro...,- piensa Nami.

Acerca su oreja a la puerta y escucha atentamente. Al principio no oye nada. Lo que parecen susurros inaudibles a través de la madera, pero, tras unos instantes, oye la voz de Zoro. Parece enfadado.

- "¿Lo sientes? ¿Crees que con eso ya está todo resuelto?"

Nami se separa asustada de la puerta. Aquel tono de voz de Zoro la heló la sangre. Ya había oido a Zoro miles de veces enfadado, sobre todo con Sanji, pero aquella vez... Aquella vez el tono era más aterrador. Estaba enfadado... de verdad. Pero la reacción de Sanji dejándola en cubierta, la actitud del cocinero tan rara aquellos días, y aquel comentario de Zoro la hizo seguir escuchando.

- "¡Sí, lo admito! ¡Estoy celoso!",- exclama Zoro.

- "¡Lo sabía!",- exclama Sanji, riendo sobre la cama -. "Aunque si admitieses que también me amas..."

¿Cómo? ¿Había escuchado bien? Entre que la respuesta de Sanji fue en un tono de voz más suave, y que la madera de la puerta no dejaba oir bien, Nami pensó que se podría haber equivocado y que habría escuchado mal. Pero, si aquel comentario era el correcto, entonces... Nami empezó a comprender. Ahora todas las piezas encajaban: Sanji en actitud rara desde hace días, el abandono de hace unos minutos, Sanji entrando en el camarote de Zoro, aquella conversación que estaba escuchando...

Y, tras pensarlo un momento, Nami abre la puerta con cuidado y mira dentro. Y ahí estaba Zoro, arrodillado frente a Sanji, mirándose los dos fijamente a los ojos...

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