sábado, 4 de agosto de 2012

CAPITULO 26

Zoro se quedó pensativo, sentado sobre la hierba, con la mirada fijada en el horizonte. La suave brisa mecía su corto cabello como si de otro trozo del césped se tratase. Zoro mantenía su rostro serio y sereno.


- Tengo que olvidarme de él,- pensó -. Sé que será difícil y que probablemente vuelva a estar como antes, pero es lo mejor. Sanji y Nami llevan casados apenas unos días, y si ahora se entera de que... Esta mujer es capaz de cortarnos la cabeza a los dos. Y no precisamente la que tenemos encima de los hombros,- a Zoro se le escapa una sonrisa nerviosa al tiempo que baja el rostro, pero al momento vuelve a levantarlo -. Estos pequeños momentos que he pasado a su lado los guardaré para siempre en mi corazón, ya que no creo que los vuelva a poder repetir. Ni con él ni con nadie más. Pero no quiero romper la relación entre Sanji y Nami. No quiero que el amor que me tiene Sanji se convierta en odio por mi culpa. Si le amo, y por supuesto que lo amo, debo dejarle en paz.


Zoro lanza un pequeño suspiro mientras deja su mente en blanco, centrándose en admirar cómo el celeste del cielo y el marino del océano se funden en una fina línea azul en el horizonte. Trataba de no pensar en nada, en relajarse viendo aquella bella estampa, pero Sanji era un conquistador nato. Su cerebro se llenó de aquellos breves pero maravillosos momentos con él. Aquellos besos, aquellas caricias... Pero un recuerdo se hizo con el control de su mente.

- Sa…Sanji…,- susurra Zoro, entre jadeos, al oído de Sanji -. ¿Pu…puedo pedirte un… favor? ¿Te importa si… cambiamos los papeles?

Sanji se incorpora, sin comprender.

- ¿Cambiar… los papeles?

- Sí… Bueno… Déjalo, no he dicho nada,- Zoro vuelve el rostro, sonrojado.

- No, no. ¿Quieres que lo hagamos?

- Olvídalo, ¿vale? No… no he dicho nada.

Sanji vuelve a tumbarse sobre el samurái.

- Ya sabes que amo locamente a Nami. Y que si estoy contigo es por el sexo. Y porque eres mi amigo, así que no es simplemente sexo por sexo. Pero ya sabes que yo… bueno… ,- vuelve a incorporarse, bajando la mirada -… eso es muy grande para que entre por detrás…

- Ya, lo sé… Olvídalo. No he dicho nada.

- Pero si a ti te hace ilusión…,- Zoro le mira esperanzado. Sanji había vuelto el rostro, pero miraba al peliverde de reojo con una pequeña sonrisa pícara en su rostro.

- ¿En serio?

Con gran pasión abraza a Sanji, logrando tumbarle boca arriba en la cama. Zoro, nervioso, trata de devolverle el favor, pero Sanji le detiene.

- Tranquilo. Ante todo, con tranquilidad.

Zoro, comenzando a tener los primeros síntomas de hiperventilación, toma con fuerza y temblor su miembro y lo dirige al ano del cocinero. Éste cierra los ojos con fuerza mientras se muerde el labio inferior.



- Di… dime si te hago daño o algo…,- tartamudea el espadachín. Sanji le responde negando con la cabeza.

Tras unos instantes dudando si seguir adelante con el plan, Zoro finalmente invade la intimidad del cocinero al tiempo que éste arquea la espalda y abre la boca para tomar el aire que le faltaba en los jadeos que comenzaba a exhalar. Zoro comienza a moverse lentamente. Sanji levanta los brazos, como si quisiera asir algo que hubiera delante de él. Zoro, creyendo que es a él, se inclina hacia delante, lo suficiente como para que el cocinero le abrace fuertemente y se fusione con él en un apasionado abrazo.

- Tú sigue,- le susurra el rubio al oído -. No pares por nada del mundo.

- ¿Estás seguro?

- No… pares…,- la voz de Sanji sonaba ahogada, sin fuerza, transformándose poco a poco en sentidos y excitantes jadeos. El sudor hacía brillar su blanco cuerpo. Zoro quedó hipnotizado por las muecas de su amante. Instintivamente, lleva su mano a su rostro para apartarle el mechón que ocultaba su rostro.


- Oh, Sanji...


Zoro baja el rostro, sonriendo, volviendo a la realidad.


- Maldito cocinero pervertido...,- piensa -. Aunque, bueno, el pervertido ahora sería yo, ¿no?


Zoro se relaja riendo.


- Lo has conseguido, cejas rizadas. A mí también me has conquistado.


Se queda mirándose el regazo. Luego se mira la mano. Después mira a su alrededor.


- No me puedo creer que vaya a hacer esto,- niega con la cabeza, sonriendo, mientras se lleva las manos a su faja verde, en ademán de quitársela. Pero una explosión le llama la atención.

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