domingo, 13 de mayo de 2012

CAPITULO 13

- No sabes el tiempo que he estado esperando esto,- murmuraba Zoro, entre jadeos.

Tumbados en el puente del barco, bañados por la pálida luz de la luna, Zoro y Sanji se fusionaban en un remolino de lujuria y pasión. Los fuertes jadeos de ambos formaban una peculiar sinfonía sensual, unida a peleas entre ambos para desnudarse. Zoro ansiaba despojar a su amante de su traje, y el cocinero quería terminar lo que había empezado, pero el haramaki de Zoro le entretiene demasiado. Tras un sinfín de vueltas y rodando por el suelo, Sanji logra tomar la iniciativa, logrando imponerse al espadachín, algo inaudito, por otra parte, sabiendo de la gran fuerza de éste. Sanji se levanta, apoyando sus manos en las muñecas del guerrero, quien se encuentra atrapado y sin poder defenderse. Sanji sonríe maliciosamente.

- ¿Qué se siente tras ser vencido por alguien más débil que tú?

- ¿Que qué se siente?,- responde Zoro, con una tímida sonrisa asomando en su rostro -. Siento cómo el deseo y el ansia se van apoderando de mí.

Sanji se agacha despacio, con intención de besarle, pero en el último momento, justo cuando Zoro levanta el rostro, Sanji se separa, sin borrar su sonrisa, esa sonrisa tan socarrona que le mataba de placer.

- ¿No puedes aguantarte?

- No.

Sanji logra soltar una de las muñecas de Zoro, consiguiendo domarlo para que no se mueva. Lleva su brazo tras de sí, palpando la entrepierna del guerrero.

- Ya lo veo.

Sanji juguetea con el miembro de Zoro, mientras éste se deja hacer. De repente, Zoro se incorpora y se avalanza sobre el concinero para devorarlo con besos. El tono ocre de la curtida piel del peliverde contrastaba visiblemente con el pálido y suave cuerpo de Sanji. Mientras siguen con el arrebato pasional, Sanji vuelve a doblegarlo mientras ambos pelean por despojarse de su ropa inferior.

- Es... espera,- susurra Zoro, entre jadeos -. No. Aún no...

Pero su compañero no le oye. Intenta irrumpir en lo más íntimo de él. La mezcla de dolor y excitación le perturbaba, el choque de esas dos sensaciones era tan radical que creía desmayarse. Zoro no podía mantenerse consciente, aquella sensación le mareaba, le dejaba sin fuerzas. Apenas podía mantener los ojos abiertos. Sólo sentía la fuerza de los envites de Sanji, su aliento sobre su garganta cuando las fuerzas le abandonaban y se tumbaba sobre él, la sensación pegajosa de su piel sudorosa. Zoro sentía cercano su éxtasis, piensa que va a morir, lucha por mantenerse consciente, por abrir los ojos y mirarle fijamente a su amante, pero no lo consigue, le es imposible. Los jadeos del cocinero son cada vez más cortos y cercanos entre sí, hasta que culminan en un estallido de mil sensaciones. Sanji, sin fuerzas, cae pesadamente sobre el cuerpo del espadachín.


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