sábado, 19 de mayo de 2012

CAPITULO 14

Zoro abrió los ojos de golpe. Se quedó durante unos instantes con la mirada fija, los ojos abiertos hasta el límite de salirse de las cuencas, las pupilas prácticamente dilatadas al máximo y con el miedo y la sorpresa haciendo mella en su rostro. La frente la tenía perlada de sudor. Respiraba agitadamente. Al fin, logra calmarse, y cierra los ojos al posar una de sus manos ante ellos.

- Menos mal...,- suspiraba jadeante -. Ha sido un sueño...

Zoro lentamente se incorpora. Sin darse cuenta, se había quedado dormido recostado de mala manera en el puente del barco. Cuando consigue incorporarse en una postura mejor, echa el cuerpo hacia delante, posando sus brazos en sus rodillas, elevadas y flexionadas, y esconde su cabeza en el círculo formado por sus brazos. Tras quedarse unos instantes en esa postura, pensativo, mete su mano en su bolsillo. Aún seguía dentro. Observó aquel aro que comenzaba a refulgir con los primeros rayos del sol que despertaba en el horizonte.

- Será mejor que me asee,- piensa mientras guarda de nuevo el anillo en el bosillo, se levanta y se acerca a la borda -. Tengo el cuerpo tan pegajoso que me costará quitarme el kimono.

Mira absorto durante un momento el mar, se quita el kimono, lo deja ordenadamente colocado en el suelo del barco y se tira por la borda. Ya en el mar, decide bucear un rato, olvidarse de todo lo que había soñado, no quería que aquello le perturbara hasta el punto de volver a pensar en el suicidio.

- Zoro,- se decía a sí mismo -. Sanji ya lo sabe todo, y te ha dicho que no pienses más en ello. Seguís siendo amigos. Olvídate... ¡Olvídate!

Tras un rato nadando y buceando cerca del barco, decide volver a bordo. Busca la escalinata que pusieron en el barco hace unos días, para poder subir si alguno de ellos caía accidentalmente por la borda y sube por ella hasta llegar junto a sus ropas. Las toma entre sus brazos y entre al interior del barco, en busca del camarote del aseo. Allí estaba el ofuro vacío, sin agua. Zoro se arrodilla junto a la tina, abre del suelo una pequeña trampilla. Toma un cazo de su lado y lo sumerge en el agua que aparecía debajo, llenando con ella la tina. Cuando ya está llena, se mete. Se sumerge hasta el cuello en ese agua, que se calentaba gracias a la brillante tecnología de la que lo dotó Franky. El vapor le hace adormecerse. Le vuelven a asaltar los recuerdos de aquel maldito sueño. Empezó a recrearse en todo, en el cuerpo de Sanji, su supuesto contacto, su idealizado olor. Lo recordaba todo, la respiración entrecortada de Sanji, su aliento sobre su pecho al terminar, las embestidas, los roces, los abrazos...

- ¿Quién está ahí dentro?

Zoro abre los ojos, sorprendido y ruborizado.

- ¿Quién está ahí dentro?

- Y... yo

- ¿Zoro?,- Sanji deja de aporrear la puerta -. Perdona, creí que seguirías de vigía. Voy a ir a preparar el desayuno. Ve saliendo, que los demás no creo que tarden en levantarse.

- De... de acuerdo.

Zoro mira la ondeante agua de la tina. Su transparencia le deja ver nítidamente su miembro entre sus manos.

- ¿Qué estabas haciendo, maldito pervertido?,- piensa, entre asustado y burlón.

Sale de la tina, toma una toalla, se seca, se la enrolla alrededor de la cintura y entra en su camarote para vestirse.



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