sábado, 21 de julio de 2012

CAPITULO 24

- ¡Esto es increíble!

El grito de Nami le heló la sangre a Zoro. Sanji se vuelve, sorprendido. Nami avanzaba hasta ellos enojada.

- ¡Na... Nami!,- Sanji se levanta aparatosamente -. ¡Cielo! ¿Qué te pasa?

- ¿Que qué me pasa, dices?,- Nami llega hasta su marido -. ¡Que esto es lo peor que me podría pasar!

- Ve.. verás, Namicita... Yo... Zoro...

- ¿Qué Zoro ni qué ocho cuartos? ¡El tesoro! ¡No lo encuentro por ningún lado!,- Nami se sienta en la hierba, enojada, abrazada a sus rodillas.

- El tesoro...,- piensa Zoro, suspirando aliviado.

- ¿El... el tesoro?

- Sí,- Nami fijó su mirada de basilisco en el horizonte -. He seguido todas las indicaciones al pie de la letra, y no he encontrado nada.

- Bueno, cariño,- Sanji se arrodilla a su lado, acariciándola la mano -. Ya sabías desde el principio que era una leyenda, y que tenía muchas posibilidades de ser mentira. ¿Qué tal si nos vamos al barco ya?,- Sanji se levanta y tira de su brazo para que se levante.

- No. Me quiero quedar aquí,- Nami comenzó a volver a la época en que tenía diez años.

- Venga, Nami-chan, no seas niña... Si te vienes al barco, te cocino una tarta.

A regañadientes, Nami acepta la oferta y se encamina junto con Sanji a volver al barco.

- Zoro, ¿vienes?,- pregunta Sanji.

- Id vosotros. Yo quiero quedarme un poco más.

Sanji se acerca a su amigo.

- Zoro,- le susurra -. No irás otra vez a...

Zoro le mira. Sus rostros estaban muy cerca. Tanto que él mismo podría besarle si quisiera.

- Tranquilo,- le responde el samurai -. Tan sólo quiero quedarme un rato a solas. Para pensar.

- De acuerdo,- contesta Sanji -. Pero me las llevo,- y toma las katanas de su amigo para sí.


No hay comentarios:

Publicar un comentario