sábado, 31 de marzo de 2012

CAPITULO 7

Aquel dolor, al principio insignificante, comenzó a crecer hasta hacerse casi insoportable. Esto hizo que se quejara silenciosamente de él, al tiempo que tomó conciencia de que estaba a oscuras. Sus ojos estaban cerrados. Comenzó a abrirlos, lenta y pesadamente. Se notaba de repente muy cansado, sin fuerzas. Se sentía muerto. El sol, entrando con todo su fulgor a través de los resquicios de la cortina de la ventana que estaba a su lado no ayudaban a despertarle. Con los ojos semicerrados intentó saber dónde estaba. Esperaba encontrarse de frente con los yokai y oni. A pesar de ser la persona más valiente del mundo, las leyendas acerca de esos seres le hacían temblar de terror, quizá más porque no vería a sus seres queridos nunca más. Pero no, el lugar donde se encuentra le resulta muy familiar. La enfermería del barco.

A su lado descubre a Sanji, dormitando incómodamente sobre una silla. De repente, nota un inmenso dolor en su vientre. Al ir a tocarse inconscientemente, nota su cuerpo vendado. Su revuelo en la cama hace que Sanji despierte.

- ¡Zoro!,- exclama el cocinero, abalanzándose sobre él, abrazándolo con los ojos llorosos y yaciendo su cabeza sobre su pecho -. Me has tenido muy preocupado. Creí que te perdíamos para siempre.

- ¿Sa... Sanji?,- Zoro no comprende lo que ocurre, pero por un segundo, por un sólo segundo, se sintió en paz al tener al rubio pegado a su cuerpo.

- Zoro,- Sanji le mira a los ojos -, ¿cómo se te ha ocurrido hacer semejante tontería?,- Zoro calla, bajando el rostro, avergonzado -. Sabes que somos amigos. Cualquier cosa me la puedes contar.

- He sido un cobarde...,- masculla el peliverde.

- Sí. Lo has sido,- el tono de voz de Sanji suena duro, acusatorio. Sanji se separa de él.

- He sido un cobarde toda mi vida. Creí ser el más valiente, pero en el fondo soy el más cobarde. Creía que todo esto acabaría si yo...,- una lágrima le interrumpe. Al momento, se vuelve a Sanji -. Pero me he dado cuenta de que esto no haría más que agravar el daño en vosotros. ¡Todo lo que hago, lo hago mal!,- Zoro se desploma, sollozando entre sus manos. Sanji le toma por los hombros.

- Zoro, eso jamás,- le dice, volviendo a su voz dulzona -. Te vuelvo a decir que cualquier problema que tengas, nos lo puedes contar, que juntos seguro encontramos una solución.

- ¿Y qué solución hay para esto?,- la desesperación apareció en la mirada del espadachín. Sanji le observa, atónito, sorprendido por su reacción. Al poco, toma su rostro entre sus manos y le besa profundamente.

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