sábado, 20 de octubre de 2012

RANMA RYOGA

Antes de empezar, debo deciros que este OneShot NO es de One Piece, sino de Ranma. ¿Por qué lo publico aquí? Porque no tengo otro sitio donde hacerlo, y por ello pido perdón, pero es que hace poco que pude verme la serie y me retrajo a mis años mozos, cuando no era más que un infante inocente sin preocupaciones. Dicho esto, los que queráis leerlo, espero que lo disfrutéis tanto o más como yo al escribirlo.

Ranma caminaba bajo la tenue lluvia de aquella fría noche, resguardado por un paraguas. Caminaba cabizbajo, sumido en sus más profundos pensamientos.

- Soy idiota,- se decía a sí mismo -. He tenido multitud de oportunidades, pero esta timidez mía... Esto me pasa por ser tan enamoradizo. Si hubiera tenido la valentía de, al menos, acercarme y quedar para tomar algo o...,- pero una lágrima le interrumpe.

Al levantar la mirada y dirigirla al horizonte, vislumbra una pequeña sombra escondida en un rincón de la calle. Ranma, creyendo que se trata de una rata revolviendo entre la basura, decide pasar de largo, apretando la marcha, pero cuando llega, se para y se queda observando. Se trata de un pequeño cerdito negro, que trata de resguardarse de la lluvia, en vano. Ranma se arrodilla y le tiende la mano, llamándolo.

- Hola, pequeñín. ¿Te has perdido?

El animal, receloso al principio, termina por dar un par de pasos, tímidos, hacia el muchacho, quien termina por acogerlo entre sus brazos, resguardándolo de la lluvia bajo su paraguas.

- Seguro que estarás hambriento,- responde Ranma, al entrar en su casa -. Si te he de ser sincero, no sé qué comen los cerdos, así que lo que vea más natural en mi nevera, te lo daré. Ya me dirás si te gusta o no.

Ranma entra en el baño para tomar una toalla y secar al animal con ella para después ir a la cocina e investigar en la nevera. El cerdito no se separa de sus piernas. Finalmente, Ranma echa en un cuenco agua y en otro algo de verdura y fruta troceada, poniendo los dos cuencos en el suelo, junto al cerdito, el cual devora el contenido insaciablemente.

- Sí que tenías hambre,- sonríe el joven mientras le observa comer. Entonces comienza a palpar el cuello del animal -. ¿No tienes amo? No veo que tengas identificación. Entonces estás como yo, sólo. Sé lo que es buscar deseseperadamente que te quieran, buscar a alguien que se desviva por ti, sin lograrlo,- se quita una tímida lágrima que comenzaba a brotar de sus ojos -. Pero al final nos hemos encontrado el uno al otro. Será cosa del destino, supongo. O que gente como nosotros está destinada a apoyarse mutuamente, quizás. Pero ya te dejo comer tranquilo.

Ranma se retira de la cocina, dejando al cerdito comer tranquilo. Entra en el baño, y, mientras llena la bañera de agua calienta, comienza con el ritual japonés de aseo. Cuando por fin termina, se mete en la bañera, a rebosar de cálida agua, dejándose llevar por el sopor, terminando por adormilarse, pero algo le despeja. La puerta del baño se ha abierto levemente. Ranma se encuentra tan relajado y abandonado de sí mismo que no puede moverse. Incluso si se tratase de un ladrón, o de un asesino, ni siquiera se sorprendería. Se encuentra tan a gusto... Ve entonces que algo brinca al taburete junto al baño, y de ahí al borde de la bañera. De un último brinco, salta al agua, hundiéndose al fondo. Ranma, al principio, no reacciona, pero al ver que el animal no emergía, se incorpora para buscarlo, pero, en su lugar, emerge un muchacho, de su edad, algo más alto de estatura. Está completamente desnudo, salvo por una bandana atada a su cabeza.

- ¿Quién eres?,- pregunta Ranma, asustado. El joven aparecido le hace callar poniendo su dedo índice delante de los labios de Ranma, al tiempo que le chista.

- Me llamo Ryoga, y estoy aquí para hacerte feliz,- y le besa lentamente en los labios.

- Pero...

- ¿No llevabas esperando esto desde hace mucho? Pues entonces calla y disfrútalo,- le susurra Ryoga.

Durante ese largo beso, Ryoga logra imponerse, y le doblega en la bañera, haciendo que se tumbe, colocándose sobre él.

- ¿Qué... qué estás... haciendo?,- pregunta Ranma.

- Nada. Únicamente te estoy preparando.

Ryoga había empezado a acariciar con su mano el peritoneo de Ranma, mientras éste, sin saber por qué, se dejaba hacer. Ranma cerraba los ojos, dejándose llevar, mientras que Ryoga no dejaba de mirarle en ningún momento.

- Ya... ya puedes...,- responde Ranma en un susurro, a lo que Ryoga responde invadiendo la intimidad del muchacho de la trenza.

Ranma había soñado con aquel momento toda su vida, aunque tenía a otra persona en mente. Creía que sería un momento dulce, para recordarlo, pero la realidad era otra, algo más dolorosa. Pero el cálido aliento de Ryoga sobre su rostro, jadeante y acompasado, le excitaba más.

- Ry... Ryoga... Para... para, por... favor...

- ¿Qué ocurre?,- Ryoga seguía con su jadeante movimiento.

- Estoy incómodo...

Ryoga, sin ademán de detenerse, le abraza y le aupa, mientras se sienta en el borde de la bañera, con Ranma sobre él. No se sabe si por el vapor reinante en el cuarto o por el esfuerzo de ambos, pero pronto sus cuerpos brillaban gracias al reflejo de la luz en sus sudorosas pieles. Ryoga alternaba sus miradas clavadas en los ojos de Ranma con sus ansias de devorar el cuello de su compañero. Ranma, por el contrario, se afanaba en agarrarse fuertemente a su amante, queriendo evitar caer, mientras cierra fuertemente los ojos. Ranma notaba cómo Ryoga en cada envite le costaba más y más levantarle, señal de que estaba al límite de sus fuerzas, y que estaba cada vez más cerca del clímax. Quizá por esa sensación, por esa idea anclada en su mente, Ranma no puede evitar hacerla verdad.

- Per... perdona, Ryoga...,- murmura Ranma, sonrojado y avergonzado.

- Tran... tranquilo,- responde Ryoga, entre jadeos, tratando de reponerse -. Yo... yo también... he...,- los dos se miran a los ojos durante un segundo, para terminar porrumpiendo en risas -. Será... será mejor que... me limpie...

Ranma se recuesta en la bañera, relajado y feliz. Ryoga aprovecha para salir del baño.

- ¿A dónde vas?

- Voy a beber un poco de agua,- responde Ryoga, en la puerta.

Ranma responde con un lánguido suspiro, al tiempo que cierra los ojos. Al poco, un ruido le sobresalta. Ranma se levanta asustado, y, dos segundos después, sale de la bañera y corre hasta la cocina. Ahí estaba el cerdito, empapado de agua, junto a una tetera caída en el suelo. Ranma sale de la cocina y va al salón, llamando a Ryoga, pero sólo le contesta el silencio. Con el corazón latiendo cada vez más deprisa, intentando evitar pensar en pésimas noticias, termina por salir de la casa. No hay nadie.

Ranma vuelve al interior de la casa, apesadumbrado. Tras cerrar la puerta, apoya su espalda en ella y se desliza hasta sentarse en el suelo, ahogando su tristeza abrazado a sus piernas. El cerdito se le acerca. Ranma le ve, dibujando una triste y falsa sonrisa.

- Tú al menos sigues conmigo,- le dice mientras le acaricia -. Pero, ¡si estás empapado!,- le toma entre sus brazos y se lo lleva al  baño, donde lo envuelve en una toalla mientras lo seca -. Aunque... ¿y si todo ha sido un sueño?,- mira fijamente al cerdito -. Sí. No hay otra respuesta. ¿Cómo va a aparecer un muchacho de la nada, así, por las buenas?,- sonríe. Mientras seca al animal, Ranma se da cuenta de que éste lleva un pañuelo atado al cuello, muy parecido a la bandana de Ryoga. Ranma sigue buscando en el cuerpo del animal.

- No tienes identificación alguna. No sé cómo llamarte, pero... ¿qué te parece si te llamo Ryoga?

Ranma sonríe. Y por un segundo, un sólo instante, creyó ver que el credito también sonrió.

FIN


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