sábado, 6 de octubre de 2012

CAPITULO 35

- ¿Me vas a contar ya qué os pasa a los dos? ¿Qué te pasa a ti?

- Nada. No me pasa nada,- Sanji seguía sin dirigir la mirada a la arqueóloga.

- Ya veo que no me lo vas a decir nunca. Y lo entiendo. No me incumbe. Pero a él sí.

¿A él? Sanji se da la vuelta, y ahí estaba, junto a la puerta de la cocina, con la mirada al suelo, abrazado a sí mismo. Sanji de repente notaba algo en su interior, una sensación parecida a tener el estómago revuelto. La imagen de su amigo, de Zoro, ese gran combatiente, altivo, feroz, de repente se veía tan débil y vulnerable... Robin se acerca a Zoro.

- ¿Se puede saber cómo ha podido acabar así?

- Robin. Déjanos,- Sanji no podía apartar la mirada de Zoro. Parecía tan desvalido...

- ¿Seguro que puedo dejaros solos? ¿No querrás rematarlo?

- Robin, créeme.

La mujer sale de la cocina, dubitativa. Cuando quedan solos, Sanji quiso pedirle perdón. Arrojarse a sus pies, llorando a lágrima viva, pidiéndole un millón de perdones, pero no lo hizo. No se podía mover. La imagen de Zoro le estaba matando por dentro. Zoro, sin embargo, trataba de darle la espalda. No le podia ver. No podía dejarle que le viera. Quería ocultarse en el más oscuro agujero de la tierra y no salir jamás. Se sentía tan despreciable...

- Zoro...,- la voz de Sanji sonaba muy débil -. Perdóname, por favor. Estaba completamente fuera de mí. Sabes que jamás os haría daño. Ni a ti ni a nadie de la tripulación. Pero comprende que en la pelea han ocurrido varios sucesos, y tan rápido, que me han hecho ver que... bueno... ya lo has visto...,- Zoro seguía evitando al cocinero. Temía por su vida -. Lo siento, ¿vale? Fue un arrebato de auténtica locura. ¡No era yo!,- el tono alto de su voz atemorizó de nuevo al espadachín. Sanji le nota temblar y se acerca para abrazarle. Cuando le toma del hombro, Zoro le rehuye -. Tranquilo, Zoro. Sólo quiero hablar contigo. Te prometo que no te voy a volver a hacer nada. Te lo juro por Nami.

Zoro se vuelve poco a poco hasta que se encuentra con el ojo visible del cocinero. Apenas consigue aguantar la mirada un par de segundos cuando Zoro se derrumba, delante de él. De rodillas, delante de Sanji, llorando como nunca.

- Oh, Sanji... Me siento fatal. Como la basura. O peor aún.

- No, no, no,- Sanji se arrodilla a su lado, abrazándolo -. Yo soy peor que la basura. Tratarte como te he tratado por un accidente. Aunque, ponte en mi lugar. ¿Cómo habrías reaccionado si, accidentalmente... no sé... si accidentalmente Usopp me tira una de sus canicas, o si Luffy me arrea con uno de sus golpes? Y no me digas que les felicitarías, porque te quedas sin comer un mes, estúpido marimo .- Zoro no puede evitar mostrar una pequeña sonrisa -. ¿Ves? Has sonreído .- Zoro le mira -. Y ahora quiero que pierdas ese miedo que me estás teniendo. No quiero que por perder una de las cosas que más quiero, pierda el resto,- sonríe.

- Sanji... Yo...,- tartamudea Zoro -. Me aterrorizaste sobremanera antes. Esa mirada... esa mirada que tenías, me dio mucho miedo...

- ¿Tú? ¿Miedo?,- ríe.

- Era una mirada que jamás había visto. En nadie. Ni siquiera en ti. Y luego, tras... eso... me hiciste recordar un fantasma del pasado...,- el rostro de Sanji cambia por completo.

- ¿Qué fantasma?

No hay comentarios:

Publicar un comentario